Arcos de la Frontera |
En el acto inaugural pronunció una conferencia el erudito local Miguel Mancheño Olivares, cuyo texto en borrador hemos encontrado en sus fondos que, hasta el mes pasado, se encontraban a disposición del público en la biblioteca de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz, y digo se encontraban porque desgraciadamente el día 5 de dicho mes se cerró por falta de fondos dicha biblioteca, enviando al paro a la única persona que la atendía, un joven y competente bibliotecario al que le deseo lo mejor. Un fruto más de los responsables del Bicentenario de la Constitución de Cádiz que encuentran fondos para organizar espectáculos gratuitos de cantantes de moda (el pan y circo romano), pero que no impiden que se cierre un servicio público cultural como esta biblioteca.
La conferencia de Mancheño se enmarca en un intento de llevar la cultura y la “regeneración moral” a la clase trabajadora en esa época. Era frecuente que las sociedades obreras recurrieran a personas preparadas para que disertaran sobre diversos temas a sus afiliados. Lo hacían con esa intención las asociaciones de carácter sindicalista o anarquista y lo hacían también las de inspiración católica.
El título que da a su charla es el de “Vicios y preocupaciones vulgares” y en ella trata de los vicios que, desde su punto de vista, aquejaban a los obreros arcenses y que eran los siguientes:
La embriaguez. De la que culpa en parte a la plaga de la filoxera que arruinó las viñas de Arcos que recordaba de su infancia y que producían un buen vino, y se pregunta “¿sabéis el vino que se consume en la ciudad? Ahora venden vinos baratos Chiclana, Condado, Valdepeñas”. “Cuando en Arcos había vino, la fuerza alcohólica de nuestros caldos no exigía el empleo de alcoholes industriales, aplicables a los mostos de escaso calor porque el alcohol de uva es más caro. Ahora lo extraen de patatas, madera, féculas y 2.000 substancias aun más nocivas que son causa de gravísimos males, la tuberculosis, la pulmonía, las afecciones cardiacas, las mentales y muchas más de las que personas competentes habrán de ocuparse en próximas conferencias”.
El vino trae consigo “la taberna y la temida navaja”, la primera como único lugar de reunión y ocio de los obreros y la segunda como origen de las frecuentes riñas con lesiones y homicidios que terminaban con el obrero en las cárceles y presidios de la época.
Se indigna con que los convenios que ajustaban los patronos agrícolas con los sindicatos regularan el pago de parte del salario en vino “Hay convenios en que los trabajadores consiguen al año 12.000 pesetas en vino, es decir que malgastan y tiran a la calle, que regalan a otros pueblos, el salario de 12.000 jornales que buena falta harían a sus familias durante los paros forzosos por lluvia o enfermedad”.
La falta de higiene. Que centra en dos temas, por una parte en que “los obreros del campo comen, sin escrúpulo alguno, la carne de las reses muertas de enfermedad, lo que es una costumbre no viciosa pero perjudicial” que origina que todos los años muera alguien “víctima de la terrible póstula maligna”.
Pero también en el arraigo de los obreros a los curanderos tradicionales, critica “su fe en las sangrías sueltas” y que acuden “a los mellizos, a los nacidos en Viernes Santo, a los saludadores o a cualquier ignorante pastor para curarse cualquier género de dolencias”. Curanderos que se ocupan de desprestigiar a la medicina moderna, “haciendo correr la voz de que, para no hacer gastos inútiles, se daba muerte en los hospitales a los enfermos hospitalizados”.
El lujo en el vestir. Este vicio para el conferenciante no es achacable a los obreros. “La verdadera lacra social, el lujo en el vestir, no lo digo por vosotros, obreros mis amigos, cuya modestia indumentaria es hoy tan económica y barata, que tal vez usáis la misma para todas las estaciones, me refiero al raje de vuestras mujeres e hijas”. Recuerda haber visto siempre en Arcos vestir “a las mujeres de los obreros con géneros modestos, de percal y análogos que ellas mismas cosían, y un modesto mantón y olorosas flores en el tocado bastaban para su adorno, y sin pretensiones resultaban airosas, gallardas, rozagantes, con tono y carácter propio”. Modestia que sin duda el orador ya no veía, “Hoy todo lo llevan por la dichosa moda, corsés, cubre corsés, botas de charol, cuellos de encaje, rizados y fruncidos mantones de Manila y cuanto lleve en fin la más rica propietaria”.
Pido perdón por la extensión de esta entrada pero creo que el contenido de la conferencia se la merecía.
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