Comenzamos hoy una serie de entradas referidas a aspectos de la historia de las mujeres gaditanas. Creo que por diversas causas económicas y sociales de la historia de Cádiz, sus mujeres han desempeñado en la ciudad un papel más activo y completamente distinto del que tuvieron sus hermanas de otras ciudades españolas de su época. Justificaremos esta afirmación en sucesivas entradas.
Comenzamos hoy con las panaderas caseras que era el nombre con el que se conocían en Cádiz las dueñas de tahonas y panaderías. El pan fue el elemento principal de la alimentación durante siglos, por lo que la industria panadera fue objeto de atención especial de las autoridades, ya que en muchas ocasiones propició quejas y protestas populares.
Aunque los panaderos intentaron, al igual que lo hicieron otros gremios de la ciudad, controlar o impedir el acceso de las mujeres al oficio, para lo que disponían Nexus Ordenanzas que “las mujeres que sean caseras de hornos deberán nombrar un hombre, por lo que se restringirá el permiso a las viudas de los Maestros Panaderos mientras se mantengan en ese estado”, las panaderas gaditanas siempre hicieron caso omiso de esta limitación.
Era normal en Cádiz que muchos hornos estuvieran regentados exclusivamente por mujeres, así en el siglo XVIII Rita Peña era la dueña del horno de la calle Nª Sª de los Desamparados y Mariana Colón lo era del de la calle Tres Hornos (Virgili).
Ellas defendían sus negocios frente a los dueños de las tahonas que les molían el trigo o frente a sus rivales director, los panaderos franceses que elaboraban el llamado “pan francés”, más barato y de peor calidad, pero que sin embargo gozaba del favor del consumidor gaditano.
La presencia de mujeres en este oficio llegó a superar a la de los hombres como se observa en el Censo Municipal de 1800, que recogía un total de 828 personas que trabajaban dicho año en los hornos de la ciudad, de las que 422 eran mujeres y 406 hombres.
Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
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