Siempre he escuchado críticas a las horas en que se
encendía y se apagaba el alumbrado público en Cádiz, unas veces por tardar en
encenderse las luces, cuando ya las sombras de la noche se estaban adueñando de
las calles de la ciudad, y otra por mantener las farolas encendidas a plena luz
del día, y eso con los adelantos modernos que ahora permiten graduar el
encendido según sea la intensidad lumínica en cualquier hora.
Para que vean que esta inquietud por el ahorro en el
alumbrado público ya preocupaba a los munícipes gaditanos del siglo XIX, aunque
entonces no presumían de transparencia
como los actuales, les adjunto la relación por meses de los horarios de
encendido y apagado de las farolas de Cádiz, que se publicaba en bandos y en el
Boletín Oficial de la Provincia para mayor información.
Estas son las horas en que en 1849 los faroleros,
descargados por el moderno gas de su molesta y sucia obligación de llenar
previamente de combustible las farolas,
procedían simplemente a subir con su pequeña escalera para encender las mechas
que iniciarían la combustión del gas y con ella iluminarían una ciudad entonces
moderna y civilizada al nivel de cualquier capital española e incluso europea.
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