Por el Diario de Cádiz he conocido que la mayoría de los
nuevos ediles del equipo de gobierno municipal de la ciudad presentan como el
principal de sus méritos, para algunos el único, el ser o haber sido activista.
Aunque no estoy muy familiarizado con el actual
vocabulario político, creía que los activista eran los que
hasta hace poco se llamaban voluntarios, personas que trabajan, hoy se diría
luchan, de una forma totalmente altruista, por el triunfo de una idea o por la
consecución de unos principios o de una causa social, más o menos noble.
Así he conocido a muchos activistas políticos,
sindicales, deportivos, folclóricos, culturales, religiosos y hasta activistas cofrades,
que no se si clasificarlos entre los folclóricos, los culturales o los religiosos.
Eran personas que empleaban su tiempo y su dinero para conseguir su ansiado
objetivo. Incansables y, aunque algunas veces incluso resultaban algo pesadas
por su conversación monotemática y su pasión exagerada, pero todas tenían un
elemento identificador, lo hacían por su causa, por sus ideas o por su afición,
pero todas ellas se hubieran ofendido si alguien les hubiera insinuado que por
su trabajo y su desvelo debían cobrar. El dinero era algo que no entraba en la
mochila, ya antes también existían, ni en el componente motivador del verdadero
voluntario o activista.
Incluso yo, aunque nunca pasó por mi cabeza el
denominarme activista, también he participado en algunas causas que consideraba
justas y beneficiosas para mis paisanos, ofreciendo de forma desinteresada mi
granito de arena, mis aptitudes y mi trabajo. Entre otros proyectos culturales
y sociales, he sido desde socio fundador de la Peña Flamenca Enrique el
Mellizo, hasta, en la actualidad, directivo de una asociación medio digital,
Cádiz Ilustrada, que busca la defensa del maltratado patrimonio cultural de
esta ciudad.
En ninguna de estas actividades ni en muchas otras que omito, ni
yo ni nadie que participaba en las mismas, cobraba una peseta o un euro. Al
contrario, cada persona ponía, o pone, de su bolsillo, el importe del café o del
refresco en las reuniones o ,a gasolina de su vehículo en
los casos de desplazamientos.
Por eso manifiesto mi extrañeza al ver que estos
activistas desinteresados que han tomado el poder municipal, todos sin
excepción, han abandonado ese desinterés para entrar a formar parte de la clase
de los políticos profesionales.
Comprendo que en algunos casos sea de justicia que
cobren, ¿pero es necesario que cobren todos? ¿Es que ya dejaron su activismo
social? ¿Es que el gobierno Cádiz no merece al menos el mismo desinterés
monetario que tenían con los objetivos
por los que hasta ahora han luchado? ¿Es que el político municipal pierde
calidad si trabaja de forma altruista por su ciudad? ¿O acaso es que se han
cansado de ser activistas honorarios o de vocación y ahora pasan a serlo de
profesión? En cualquiera de los casos, me han decepcionado. Ya sé que no tengo
merecimiento alguno para ser concejal, ni tampoco soportaría aguantar a “la
cúpula” de ningún partido político, pero para este jubilado, que no presume de
activista, sería su mayor “orgullo y satisfacción” poder contribuir a ayudar a sus
paisanos y aportar su esfuerzo al engrandecimiento de la ciudad que me vio
nacer. Y por supuesto sin cobrar por ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario