miércoles, 11 de marzo de 2015

El proyecto de la Alameda.

         
Donde se diseñó la Alameda.
            Tras la muerte de Fernando VII la convivencia entre militares y paisanos de Cádiz, todos ellos liberales que, por fin, podían manifestar libremente sus ideas políticas, generó un espíritu de colaboración que se plasmó en mejoras para la ciudad. Una de estas mejoras será la creación, en un terreno todavía sujeto a servidumbre militar, como todo el borde marítimo, de un nuevo paseo, el de la Alameda, persuadido el Ayuntamiento de “la falta absoluta en que esta ciudad se halla de un paseo que corresponda a la belleza y ornato de sus edificios”.

            En 1836, el Comandante de Ingenieros Manuel Bayo, se dirige al Ayuntamiento para proponer la transformación del paseo existente, “afecto al recinto de esta Plaza” y “construido en gran parte sobre el mismo terraplén de la muralla”. El Comandante que reconoce que “nunca me permitiría traspasar el radio interior de la muralla pasado el terraplén de la misma” al estar el paseo dentro de lo que sería su competencia, ofrece al Ayuntamiento “un plano del proyecto”, que comprendía un “salón” cerrado con enrejado de madera y rodeado por un banco corrido con su respaldar de hierro. Tendría “doce reverberos para el alumbrado del salón”, “adornos de piedra y estuco para hermosear las escalinatas de sus entradas a fin de que adornen y acompañen las cuatro columnas, dos astronómicas y dos gnomónicas que se han proyectado”.  También se construirían “una casa rústica” para guardar los aperos de jardinería y dos albercas “para el riego de los vergeles”  que estarían cubiertas “con dos pagodes chinescos” Además se indicaban las plantas que podían sembrarse y la época mejor del año para hacerlo.

            Una vez desechada por el Alcalde la idea de poner a trabajar a algunos de los numerosos “facciosos”, para emplear a operarios “de los muchos que están sin trabajo en esta ciudad”. Estos “facciosos” cuyo trabajo forzado “se acostumbra en otras partes para utilidad del Estado y beneficio de la economía”, eran los prisioneros de carlistas de los que había más de mil en el fuerte de San Fernando en Cortadura y que ya trabajaban en las obras del paseo del arrecife en Extramuros. El Comandante Bayo ofrece su colaboración “con los medios que he adoptado y los auxilios que la Comandancia de Ingenieros  pueda proporcionar”.

            La Corporación municipal aprueba el presupuesto de la obra, que ascendía a los 60.000 reales, “suma distribuida casi en su totalidad en los jornaleros y en los artesanos de esta ciudad, que remediará algún tanto la miseria general de que se resiente”. El Gobernador Civil Pedro de Urquinaona aprobó el gasto, quedándose “para el año entrante” el resto del proyecto que era menos costoso “porque no tiene relieves ni respaldar” aunque “sí se ha de traer una columna rostral con la estatua de Cristóbal Colón o de otro máximo español, célebre en la Historia en la enfilación de la calle del Puerto”. También “se ha de traer un gran pedestal con otra estatua en la plazuela elíptica proyectada en la enfilación de la calle de Linares”; total otros 40.000 reales.

Con estos reales, en palabras del Comandante Bayo “empleados la mayor parte en beneficio de los artesanos del pueblo, se habrá hecho un paseo que no creo desdecirá de la cultura y del buen gusto característico de los habitantes de esta hermosa ciudad”.

Y el paseo se hizo y, aunque cambiado y mejorado en el siglo XX, todavía sirve para el disfrute “de los habitantes de esta hermosa ciudad”.

La firma del Brigadier Coronel Bayo.  


Del Archivo Municipal de Cádiz.

            

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