Tras la muerte de Fernando VII la convivencia entre
militares y paisanos de Cádiz, todos ellos liberales que, por fin, podían
manifestar libremente sus ideas políticas, generó un espíritu de colaboración
que se plasmó en mejoras para la ciudad. Una de estas mejoras será la creación,
en un terreno todavía sujeto a servidumbre militar, como todo el borde marítimo,
de un nuevo paseo, el de la Alameda, persuadido el Ayuntamiento de “la falta
absoluta en que esta ciudad se halla de un paseo que corresponda a la belleza y
ornato de sus edificios”.
En 1836, el Comandante de Ingenieros Manuel Bayo, se
dirige al Ayuntamiento para proponer la transformación del paseo existente,
“afecto al recinto de esta Plaza” y “construido en gran parte sobre el mismo
terraplén de la muralla”. El Comandante que reconoce que “nunca me permitiría
traspasar el radio interior de la muralla pasado el terraplén de la misma” al
estar el paseo dentro de lo que sería su competencia, ofrece al Ayuntamiento
“un plano del proyecto”, que comprendía un “salón” cerrado con enrejado de
madera y rodeado por un banco corrido con su respaldar de hierro. Tendría “doce
reverberos para el alumbrado del salón”, “adornos de piedra y estuco para
hermosear las escalinatas de sus entradas a fin de que adornen y acompañen las
cuatro columnas, dos astronómicas y dos gnomónicas que se han proyectado”. También se construirían “una casa rústica”
para guardar los aperos de jardinería y dos albercas “para el riego de los vergeles”
que estarían cubiertas “con dos pagodes
chinescos” Además se indicaban las plantas que podían sembrarse y la época
mejor del año para hacerlo.
Una vez desechada por el Alcalde la idea de poner a
trabajar a algunos de los numerosos “facciosos”, para emplear a operarios “de
los muchos que están sin trabajo en esta ciudad”. Estos “facciosos” cuyo
trabajo forzado “se acostumbra en otras partes para utilidad del Estado y
beneficio de la economía”, eran los prisioneros de carlistas de los que había
más de mil en el fuerte de San Fernando en Cortadura y que ya trabajaban en las
obras del paseo del arrecife en Extramuros. El Comandante Bayo ofrece su
colaboración “con los medios que he adoptado y los auxilios que la Comandancia
de Ingenieros pueda proporcionar”.
La Corporación municipal aprueba el presupuesto de la
obra, que ascendía a los 60.000 reales, “suma distribuida casi en su totalidad
en los jornaleros y en los artesanos de esta ciudad, que remediará algún tanto
la miseria general de que se resiente”. El Gobernador Civil Pedro de Urquinaona
aprobó el gasto, quedándose “para el año entrante” el resto del proyecto que
era menos costoso “porque no tiene relieves ni respaldar” aunque “sí se ha de
traer una columna rostral con la estatua de Cristóbal Colón o de otro máximo
español, célebre en la Historia en la enfilación de la calle del Puerto”. También
“se ha de traer un gran pedestal con otra estatua en la plazuela elíptica proyectada
en la enfilación de la calle de Linares”; total otros 40.000 reales.
Con estos
reales, en palabras del Comandante Bayo “empleados la mayor parte en beneficio
de los artesanos del pueblo, se habrá hecho un paseo que no creo desdecirá de
la cultura y del buen gusto característico de los habitantes de esta hermosa
ciudad”.
Y el
paseo se hizo y, aunque cambiado y mejorado en el siglo XX, todavía sirve para
el disfrute “de los habitantes de esta hermosa ciudad”.
La firma del Brigadier Coronel Bayo. |
Del
Archivo Municipal de Cádiz.
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