viernes, 9 de enero de 2015

Labores.

            Hace poco asistí a la lectura de la tesis doctoral de la periodista Ana Barceló Calatayud, una defensora de los valores culturales que encierra el mundo de la costura. Su tesis consistía en la elaboración de un diseño de clasificación de los tipos del Carnaval de Cádiz. Escuchándola no pude evitar pensar en cuanta imaginación derrocharon las personas anónimas que los diseñaron; modistas y modistos que no tuvieron la gloria de los letristas, de los músicos o de los directores de esas agrupaciones, pero que fueron imprescindibles para su lucimiento y para el esplendor de esta fiesta, por lo que también se merecen un hueco en la historia del Carnaval.
En un orden más casero, hace días contemplé admirado el trabajo que mi cuñada Encarnita había hecho para sus nietos, una funda de crochet para la bombona del gas que era igualita al robot bajito de La Guerra de las Galaxias. ¡Cuántos recuerdos infantiles! ¡Cuánto cariño puesto y cuántas horas dedicaban nuestras madres y tías a confeccionar estas labores para sus personas queridas!
Las palabras costura, labor, primor, patrón, punto y otras relacionadas con ellas, pertenecen hoy a una cultura en extinción, aunque en su día supusieron el fundamento de la educación, el ocio o el modo de ganarse la vida de muchas mujeres y también de muchos hombres. Por eso en homenaje a todas las Anas y las Encarnitas que todavía mantienen esta entrañable tradición, les cuento algo que hoy sería impensable, pero que sucedió en 1881.
En ese año el periódico Boletín Gaditano publicó la convocatoria de un Certamen Científico, Literario, Artístico y de Labores de Señora, que estaba “bajo la protección” nada menos que de “SS.MM. el Rey y la Reina, S.A.R. la Serenísima Señora Infanta Doña María Isabel, de la Excma. Diputación Provincial y del Excmo. Ayuntamiento de Cádiz”.
Los trabajos se presentarían con un sobre lacrado con los datos de la autora o autor en la redacción del periódico, Calderón de la Barca 17, y se resaltaba que no habría favoritismos ni recomendaciones, pues “Para la calificación de las obras presentadas se atenderá exclusivamente al mérito absoluto de las mismas”. 
Se establecían estos grupos de labores: Bordados en oro, plata, sedas de colores y felpilla. Bordados en blanco. Bordados en Lausín. Bordados de tapicería y aplicación. Encajes y toda clase de puntos. Diversas clases de flores y demás labores de adorno. Todos los grupos tenían como primer premio una medalla de plata y como segundos siete medallas de bronce, salvo el de los bordados en blanco cuyo primer premio era un álbum de piel de Rusia, con cantoneras, broches y otros adornos de plata. Además habría un Premio de Honor de la convocatoria “a la labor de más lujo, gusto, arte y novedad que se presente en cualquiera de los tres grupos” que consistía en “dos elegantes jarrones de porcelana regalo de S. M. la Reina Doña María Cristina y un notable objeto artístico de S. A. R. la Serenísima Señora Infanta Doña María Isabel”.

El Certamen.

 Noticia de otra época sin duda pero, sin tener nostalgia por una época afortunadamente ya pasada, no deja de tener cierto encanto recordar un mundo y una sociedad que todavía sabía valorar el trabajo artesanal, individual y casero que salía de las manos habilidosas de las “Señoras”.   

   

     De la prensa de la época.

1 comentario:

  1. Muchas gracias, José María. Me ha resultado muy interesante este trabajo de investigación de un aspecto que desconocía ¡Diputación y Ayuntamiento de Cádiz organizadores de un concurso de labores de señoras! De todos los premios el más atractivo para mí es el libro encuadernado "en piel de Rusia con cantoneras de plata", al que -de haber nacido dos siglos antes- me hubiera gustado optar. Y es que el bordado en blanco del que conservo preciosas muestras realizadas por mi abuela Dolores, es realmente difícil, por lo que mis buenas notas en la carrera de Magisterio fueron ganadas en buena lid. Lo dicho, José María, agradezco tus palabras y -en especial- tu presencia en el acto de defensa de mi tesis, cuando tanto necesitaba de las buenas vibraciones...
    Y otra cosa. Una de las anécdotas más divertidas de mi corta experiencia como maestra tiene que ver con una funda de botella de butano. Si eso ya te la cuento en una tertulia en torno a un café.

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