Hace poco asistí a la lectura de la tesis doctoral de la
periodista Ana Barceló Calatayud, una defensora de los valores culturales que
encierra el mundo de la costura. Su tesis consistía en la elaboración de un
diseño de clasificación de los tipos del Carnaval de Cádiz. Escuchándola no
pude evitar pensar en cuanta imaginación derrocharon las personas anónimas que
los diseñaron; modistas y modistos que no tuvieron la gloria de los letristas,
de los músicos o de los directores de esas agrupaciones, pero que fueron
imprescindibles para su lucimiento y para el esplendor de esta fiesta, por lo
que también se merecen un hueco en la historia del Carnaval.
En
un orden más casero, hace días contemplé admirado el trabajo que mi cuñada
Encarnita había hecho para sus nietos, una funda de crochet para la bombona del
gas que era igualita al robot bajito de La Guerra de las Galaxias. ¡Cuántos
recuerdos infantiles! ¡Cuánto cariño puesto y cuántas horas dedicaban nuestras
madres y tías a confeccionar estas labores para sus personas queridas!
Las
palabras costura, labor, primor, patrón, punto y otras relacionadas con ellas,
pertenecen hoy a una cultura en extinción, aunque en su día supusieron el
fundamento de la educación, el ocio o el modo de ganarse la vida de muchas
mujeres y también de muchos hombres. Por eso en homenaje a todas las Anas y las
Encarnitas que todavía mantienen esta entrañable tradición, les cuento algo que
hoy sería impensable, pero que sucedió en 1881.
En
ese año el periódico Boletín Gaditano publicó la convocatoria de un Certamen
Científico, Literario, Artístico y de Labores de Señora, que estaba “bajo la
protección” nada menos que de “SS.MM. el Rey y la Reina, S.A.R. la Serenísima
Señora Infanta Doña María Isabel, de la Excma. Diputación Provincial y del
Excmo. Ayuntamiento de Cádiz”.
Los
trabajos se presentarían con un sobre lacrado con los datos de la autora o
autor en la redacción del periódico, Calderón de la Barca 17, y se resaltaba
que no habría favoritismos ni recomendaciones, pues “Para la calificación de
las obras presentadas se atenderá exclusivamente al mérito absoluto de las
mismas”.
Se establecían
estos grupos de labores: Bordados en oro, plata, sedas de colores y felpilla.
Bordados en blanco. Bordados en Lausín. Bordados de tapicería y aplicación.
Encajes y toda clase de puntos. Diversas clases de flores y demás labores de
adorno. Todos los grupos tenían como primer premio una medalla de plata y como
segundos siete medallas de bronce, salvo el de los bordados en blanco cuyo
primer premio era un álbum de piel de Rusia, con cantoneras, broches y otros
adornos de plata. Además habría un Premio de Honor de la convocatoria “a la
labor de más lujo, gusto, arte y novedad que se presente en cualquiera de los
tres grupos” que consistía en “dos elegantes jarrones de porcelana regalo de S.
M. la Reina Doña María Cristina y un notable objeto artístico de S. A. R. la
Serenísima Señora Infanta Doña María Isabel”.
El Certamen. |
Noticia
de otra época sin duda pero, sin tener nostalgia por una época afortunadamente
ya pasada, no deja de tener cierto encanto recordar un mundo y una sociedad que
todavía sabía valorar el trabajo artesanal, individual y casero que salía de
las manos habilidosas de las “Señoras”.
De la prensa de la época.
Muchas gracias, José María. Me ha resultado muy interesante este trabajo de investigación de un aspecto que desconocía ¡Diputación y Ayuntamiento de Cádiz organizadores de un concurso de labores de señoras! De todos los premios el más atractivo para mí es el libro encuadernado "en piel de Rusia con cantoneras de plata", al que -de haber nacido dos siglos antes- me hubiera gustado optar. Y es que el bordado en blanco del que conservo preciosas muestras realizadas por mi abuela Dolores, es realmente difícil, por lo que mis buenas notas en la carrera de Magisterio fueron ganadas en buena lid. Lo dicho, José María, agradezco tus palabras y -en especial- tu presencia en el acto de defensa de mi tesis, cuando tanto necesitaba de las buenas vibraciones...
ResponderEliminarY otra cosa. Una de las anécdotas más divertidas de mi corta experiencia como maestra tiene que ver con una funda de botella de butano. Si eso ya te la cuento en una tertulia en torno a un café.