Conocida es la fama que alcanzó en siglos pasados la
industria gaditana de fabricación de naipes; las barajas gaditanas se
impusieron en España y en América por la calidad y por el diseño de sus
cartones, que llegaron a constituir un estilo propio conocido como “a la gaditana” o “Cádiz”.
Dado el auge de esta industria, en 1874 el Ministerio de
Hacienda, con fines totalmente culturales claro, solicitó al Gobernador datos
sobre las fábricas de naipes existentes en la provincia, la maquinaria y el
personal que tenían, así como el número de barajas que producían.
Por su contestación sabemos que en ese año existían en la ciudad de Cádiz cinco
fábricas, El Venado, Los Dos Gallos, El Gallito, El León y Segundo de Olea.
Respecto a la maquinaria que empleaban, las barajas se
hacían “por estampación a mano”, aunque
cada fábrica disponía de “dos máquinas de cilindros laminadoras para satinar la
cartulina y además un aparato bruñidor con el mismo objeto, todos movidos a
mano excepto en la fábrica de El León
que han adoptado el movimiento por caballería”.
En cuanto al personal que empleaban y el
número de barajas que fabricaban por día laborable era el siguiente:
En El
Venado trabajaban 9 hombres y 5 muchachos, que hacían 240 barajas diarias.
En Los
Dos Gallos trabajaban 14 hombres y 15 muchachos que hacían 480 barajas diarias.
En El
Gallito trabajaban 11 hombres y 4 muchachos, que hacían 360 barajas diarias.
En El
León trabajaban 8 hombres, 5 muchachos y 5 mujeres, que hacían 240 barajas diarias
En Segundo
de Olea trabajaban 22 hombres, 14 muchachos y 6 mujeres, que hacían 720 barajas
diarias.
Se
observa la continuación del sistema de trabajo tradicional de los aprendices, los “muchachos” de la
relación, así como una tímida introducción
del trabajo femenino.
Pero
no todos los gaditanos estaban contentos con esta pujanza de la industria, o al
menos con su publicidad, tres años después Benito Cuesta vecino de la calle
Cristóbal Colón 17 denuncia el anuncio de madera que, con el rótulo “Fábrica de
Naipes del León” y una carta gigantesca, se exhibía en la planta baja de la
casa número 15 sede de esa fábrica, no sólo “por estar fuera de las condiciones
del ornato público”, sino por “privar de
la vista al balcón” del denunciante.
Éste
se queja de que antes no existía este problema, pues la finca 17 “estaba
destinada a la venta de géneros” por lo que “los pisos altos no tenían otro
destino que para dormitorio de los dependientes”, problema que ahora surgía por
culpa de la eterna crisis gaditana,
“hoy, que por desgracia han desaparecido
de aquella calle la mayor parte
de estos establecimientos”. El Alcalde ordenó a la fábrica del Rey de la Selva
que redujera las dimensiones de su anuncio “de modo que no avance a la vía
pública más que las repisas de los balcones del principal”.
Del
Archivo Histórico Municipal de Cádiz
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