domingo, 25 de mayo de 2014

Los Tercios Vascongados en Campo Soto



Con esas botas, pobres hierbas de Campo Soto.

            En 1859 estalló la que después sería conocida como Guerra de África; el Ejército español se prepara para marchar a la lucha en las tierras del reino de Marruecos en medio de un entusiasmo patriótico que surgió por todo el país. También en las provincias de las que hoy se denominan “nacionalidades históricas”, que acudieron a formar parte del ejército expedicionario encuadrados los voluntarios catalanes en la Legión Catalana y los voluntarios vascos en los Tercios Vascongados dirigidos por el general Carlos María Latorre.

Son estos Tercios los que desembarcaron en San Fernando para realizar su instrucción en la que era, desde tiempos inmemoriales y hasta bien entrado el siglo XX, dehesa municipal gaditana de Campo Soto, el lugar donde pastaban los ganados que luego se dirigirían a Cádiz por los caminos salineros y por la playa durante la bajamar.

            Los marciales chicarrones del Norte comenzaron su instrucción, en los lugares donde un siglo después algunos la haríamos, bajo la asustada mirada de las reses que por allí se encontraban, haciendo sus marchas y pateando el terreno con ardor y entusiarmo como si estuvieran ya en las peligrosas tierras africanas.

            Pero no contaban con la profesionalidad y el celo del guarda de la dehesa Francisco Pabón quien, el 23 de Febrero de 1860 da parte al Ayuntamiento “de estar el batallón de voluntarios vascongados aprendiendo ha hacer el hejercicio en los terrenos de dicha dehesa y pisoteando toda la yerba por cuya causa todo se seca y además las reses se asustan”.

            Al día siguiente el Alcalde de la ciudad Antonio Gargollo se dirigió al Gobierno Militar pidiéndole que “las tropas acantonadas de los Batallones Vascongados efectúen los ejercicios de instrucción en otro punto que no causen perjuicios a las yerbas que sirven de pasto al ganado que se conduce a esta plaza para el consumo público”; recibiendo el mismo día la contestación del Gobernador en la que le decía que suspendería estos ejercicios “como es justo para cortar los perjuicios de que hace V. S. mérito si no fuera porque hoy se están racionando los expresados Tercios con objeto de empezar mañana con urgencia el embarque para África”.

            Llegaba tarde el Alcalde, los soldaditos voluntarios vascos dejaron de pisar las yerbas de la dehesa de Campo Soto y de asustar a los cornúpetas, futuros filetes en los platos gaditanos, para marchar, convertidos en protagonistas de la Historia de España, en busca de la gloria militar en los campos africanos.

            Una entrada que cuenta una pequeña anécdota, quizás hoy bastante incorrecta políticamente hablando, sacada del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.                   
 
Y de Campo Soto se fueron a luchar.

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