Cádiz esperaba la llegada del tren. |
Fue en 1859 cuando las “fuerzas vivas” de Cádiz, pues
aunque ahora suene raro en esa época había en Cádiz “fuerzas vivas” y además
actuaban unidas, dirigieron un manifiesto a Isabel II. En este escrito que suscribían
la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, la Junta de Comercio, la Sociedad
Económica de Amigos del País, sociedades, contribuyentes y ciudadanos
particulares, protestaban contra una decisión del Ayuntamiento sevillano que
perjudicaba los intereses gaditanos.
Desde 1846 se celebraba en la hermana ciudad del Betis su
Feria de Abril, ubicada en el lugar donde se siguió celebrando hasta el último
tercio del siglo XX, el Prado de San Sebastián; con trece años de antigüedad el
Prado se había consolidado ya como el sitio natural donde instalar la feria.
Cuando
se concedió la línea de ferrocarril que uniría córdoba con Sevilla y ésta con
Jerez y Cádiz se autorizó, a pesar de la oposición del Ayuntamiento hispalense
la construcción de dos estaciones, la de la Plaza de Armas que sería el final
de la línea con Córdoba y la del Prado de San Sebastián o “Campo de la Feria”
que sería la “estación de primera clase” en la línea “que uniría Madrid con el
Océano en los muelles de Cádiz”. Cuando los trabajos de la línea estaban para
terminar, el Ayuntamiento de Sevilla protestó de nuevo y consiguió que se
paralizara el proyecto hasta estudiar una nueva ubicación “que debería
satisfacer los intereses generales de la línea de primer orden de Madrid a
Cádiz sin desatender en lo posible los intereses de particulares de la
localidad” impugnante.
Ante este parón los firmantes estiman que la oposición
sevillana “constituye a Cádiz en el imprescindible deber de rechazar tanta
sinrazón, salvando ilesos los fueros de la justicia, del derecho y de la
conveniencia pública”.
Argumentaba el municipio sevillano que colocada la estación en el Prado de San Sebastián no
se podrían utilizar las servidumbre de paso y los abrevaderos del ganado que
acudía durante los tres días que duraba la Feria. Los firmantes alegan que en todas
las vías férreas se están instalando “los paso niveles” por los que “podrán
pasar muy cómodamente los ganados domados y cerriles y las reses para el
matadero”. Además que el Prado tenía una extensión de cuarenta hectáreas de las
que la estación sólo ocuparía siete por lo que quedaría “treinta y siete
hectáreas donde descansen y abreven los ganados, donde trillen sus mieses los
pequeños labradores, donde paren y alberguen los arrieros y carros…”
En Sevilla se quejaban que con la estación su Feria
desaparecería “y con ella ese fecundo elemento de vida, de prosperidad y
riqueza”, a lo que los gaditanos oponen
la modernidad liberal de su ciudad “Hablar de feria, Señora, en 1859 y a
propósito de la construcción de un camino de hierro, hablar de esos mercados de
privilegio que no cuentan otro origen ni tienen otro fundamento que la
dificultad de las comunicaciones y traerlos a cuestión precisamente para
suscitar entorpecimientos a una vía férrea que, facilitando esas mismas
comunicaciones, pondrá diariamente todos los mercados a disposición de todos
los negociantes …”; para los firmantes los argumentos sevillanos son “graves
errores económicos” y la Feria un “raro anacronismo”, e insisten en que no ven
los perjuicios para Sevilla, ya que el ferrocarril duplicaría el número de
forasteros que acudirían a la Feria.
Además estaba el tema del ahorro, poner la estación en
otro lugar suponía alargar la línea en doce kilómetros más para empalmarla con
la vía a Córdoba, por lo que ven mal que todos los intereses públicos “se
sacrifiquen día por día y perpetuamente en holocausto de su feria que dura sólo
tres días en el año”.
Por último esgrimen en su favor el interés estratégico de
Cádiz y San Fernando “posee cuarteles donde colocar más de veinte y cinco
hombres, que es el punto de embarque para nuestras amenazadas Antillas, que es el
puerto defensor del Mediterráneo, que existen en él dependencias
importantísimas, como son entre otras el Arsenal, el Colegio Naval y el
Departamento”, por lo que resaltan su importancia para la defensa del Estado y
la integridad de su territorio como motivos suficientes “para rechazar las
inmoderadas exigencias del Ayuntamiento de Sevilla”.
Terminaban pidiendo se desestimaran las pretensiones
sevillanas y se llevaran a cabo inmediatamente las obras proyectadas.
¡Mi arma, no me digas que aquí no cabe una estación! |
Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
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