lunes, 19 de mayo de 2014

Cádiz contra Sevilla ...por la Feria.



Cádiz esperaba la llegada del tren.
            Fue en 1859 cuando las “fuerzas vivas” de Cádiz, pues aunque ahora suene raro en esa época había en Cádiz “fuerzas vivas” y además actuaban unidas, dirigieron un manifiesto a Isabel II. En este escrito que suscribían la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, la Junta de Comercio, la Sociedad Económica de Amigos del País, sociedades, contribuyentes y ciudadanos particulares, protestaban contra una decisión del Ayuntamiento sevillano que perjudicaba los intereses gaditanos.  

            Desde 1846 se celebraba en la hermana ciudad del Betis su Feria de Abril, ubicada en el lugar donde se siguió celebrando hasta el último tercio del siglo XX, el Prado de San Sebastián; con trece años de antigüedad el Prado se había consolidado ya como el sitio natural donde instalar la feria.

            Cuando se concedió la línea de ferrocarril que uniría córdoba con Sevilla y ésta con Jerez y Cádiz se autorizó, a pesar de la oposición del Ayuntamiento hispalense la construcción de dos estaciones, la de la Plaza de Armas que sería el final de la línea con Córdoba y la del Prado de San Sebastián o “Campo de la Feria” que sería la “estación de primera clase” en la línea “que uniría Madrid con el Océano en los muelles de Cádiz”. Cuando los trabajos de la línea estaban para terminar, el Ayuntamiento de Sevilla protestó de nuevo y consiguió que se paralizara el proyecto hasta estudiar una nueva ubicación “que debería satisfacer los intereses generales de la línea de primer orden de Madrid a Cádiz sin desatender en lo posible los intereses de particulares de la localidad” impugnante.

            Ante este parón los firmantes estiman que la oposición sevillana “constituye a Cádiz en el imprescindible deber de rechazar tanta sinrazón, salvando ilesos los fueros de la justicia, del derecho y de la conveniencia pública”.

            Argumentaba el municipio sevillano que colocada la estación en el Prado de San Sebastián no se podrían utilizar las servidumbre de paso y los abrevaderos del ganado que acudía durante los tres días que duraba la Feria. Los firmantes alegan que en todas las vías férreas se están instalando “los paso niveles” por los que “podrán pasar muy cómodamente los ganados domados y cerriles y las reses para el matadero”. Además que el Prado tenía una extensión de cuarenta hectáreas de las que la estación sólo ocuparía siete por lo que quedaría “treinta y siete hectáreas donde descansen y abreven los ganados, donde trillen sus mieses los pequeños labradores, donde paren y alberguen los arrieros y carros…”

            En Sevilla se quejaban que con la estación su Feria desaparecería “y con ella ese fecundo elemento de vida, de prosperidad y riqueza”,  a lo que los gaditanos oponen la modernidad liberal de su ciudad “Hablar de feria, Señora, en 1859 y a propósito de la construcción de un camino de hierro, hablar de esos mercados de privilegio que no cuentan otro origen ni tienen otro fundamento que la dificultad de las comunicaciones y traerlos a cuestión precisamente para suscitar entorpecimientos a una vía férrea que, facilitando esas mismas comunicaciones, pondrá diariamente todos los mercados a disposición de todos los negociantes …”; para los firmantes los argumentos sevillanos son “graves errores económicos” y la Feria un “raro anacronismo”, e insisten en que no ven los perjuicios para Sevilla, ya que el ferrocarril duplicaría el número de forasteros que acudirían a la Feria.

            Además estaba el tema del ahorro, poner la estación en otro lugar suponía alargar la línea en doce kilómetros más para empalmarla con la vía a Córdoba, por lo que ven mal que todos los intereses públicos “se sacrifiquen día por día y perpetuamente en holocausto de su feria que dura sólo tres días en el año”.

            Por último esgrimen en su favor el interés estratégico de Cádiz y San Fernando “posee cuarteles donde colocar más de veinte y cinco hombres, que es el punto de embarque para nuestras amenazadas Antillas, que es el puerto defensor del Mediterráneo, que existen en él dependencias importantísimas, como son entre otras el Arsenal, el Colegio Naval y el Departamento”, por lo que resaltan su importancia para la defensa del Estado y la integridad de su territorio como motivos suficientes “para rechazar las inmoderadas exigencias del Ayuntamiento de Sevilla”.

            Terminaban pidiendo se desestimaran las pretensiones sevillanas y se llevaran a cabo inmediatamente las obras proyectadas.

¡Mi arma, no me digas que aquí  no cabe una estación!
 
            Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
 

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