sábado, 19 de abril de 2014

Lo nuestro en Cáceres

            Hace ya muchos años, cuando me acerqué a las múltiples manifestaciones del folklore de lo que entonces se conocía por España, quedé impresionado por las diferencias que existían entre la Semana Santa en cualquier lugar de Andalucía y la de un pueblo de Zamora, Bercianos de Aliste, en el que los cofrades marchaban en su procesión vestidos con las mortajas con las que los enterrarían a su muerte.
La procesión de Bercianos de Aliste 
            Me he acordado de este pueblo al conocer la Semana Santa de Cáceres, que tiene una fama similar de seria y austera. Lo de seria y austera lo comprobé leyendo en el “Avuelapluma”, el “Viva Cádiz” cacereño, una entrevista al Presidente de la Unión de Cofradías, el “Martín José” local. Este señor alardeaba de la reducción de gastos de las cofradías “ha sido una constante en los últimos años” y ¿en qué recortan? “por ejemplo, ya hay varias que han optado por sacar las procesiones en silencio riguroso” y cita a alguna que “sólo irá acompañada por un tambor”, tacaños. También nos dice que otras “han modificado la forma de decorar los pasos, utilizando elementos mucho más sencillos e incluso, en algunos casos, engalanándose con flores del campo”, por supuesto sin contar con que su color sea el correcto para el paso de que se trate, un disparate. Y en cuanto a los estrenos en los enseres nada de nada, si hasta presume de que “Hay mayordomos que salen con varas de mando que datan del siglo XVI…” Sobran las palabras.
            Cuando vi la primera procesión, me confirmó la impresión que saqué de la entrevista, pasos llevados a hombro, con cargadores que usaban las maniguetas con el mismo desparpajo que algunos de esta tierra. Las músicas muy discretas tocadas por bandas de hermanos muy sencillas, la mayoría de tambores y cornetas, muy del siglo XX. En cuanto al cortejo, se ponía en marcha o se paraba siguiendo las notas de un tambor solitario o el sonido de una campana. El cuerpo de acólitos y pertigueros carente de marcialidad, se notaba la falta de un entrenamiento adecuado, los penitentes, o mejor dicho nazarenos, algunos descalzos con cadenas en los pies y con pesadas cruces al hombro. Las varillas muchas de madera, no me extraña que fueran del siglo que decía el Presidente, y encima tenían unos tacos de goma en las puntas… ¿Así cómo pueden hacerlas sonar en las tapas de las alcantarillas? Imposible.
           Pero la prensa anunciaba una novedad, una cofradía con un paso que sería “portado por costaleros”. Para no perdérmelo elegí la céntrica calle de mi paisano Moret, al que por cierto le acababan de colocar una lápida con motivo del centenario, en agradecimiento a quien promovió las minas de fosfatos que durante muchos años dieron trabajo a muchos cacereños, aquí también ponemos plazas, pero sería impensable por ejemplo que le pusieran una placa a Horacio Echevarrieta por mantener abiertos los Astilleros hasta 1947 y darle trabajo a muchos gaditanos, esas cosas ni se nos ocurren.
 
La lápida de Moret
            La espera sosita, nada de bullas ni empujones, si alguien quería pasar lo pedía por favor y luego daba las gracias, los espectadores tan fríos y educados parecían paisanos de las dos japonesas que se instalaron a mi lado provistas de sus correspondientes máquinas fotográficas; no se veía ni una sillita, vale que ellos no las utilicen para las playas que no tienen, pero ¿allí no hay tiendas de chinos? Otra cosa que eché en falta fueron los frutos secos, no pasó ni un carrito vendiendo nada, la gente aguantaba la llegada de la procesión de pie y sin comer ni beber nada, debe ser que desconocen las virtudes anti estrés de las pipas y las avellanas, resultado el suelo queda limpísimo con lo que no se fomenta la venta local ni se estimula al Ayuntamiento para que contrate a más personal de limpieza, así les irá.
 
            La procesión con claros y negros, aunque abría el cortejo una banda con uniformes de colorines que parecían copiados de los que animaban en mi infancia las sesiones del “Circo Price instalado en las Cuestas de las Calesas”, luego se volvía a los penitentes, digo nazarenos, descalzos con las cadenas y las cruces, pero detrás venía el paso… Un paso kilométrico que avanzaba alegremente por la calle Moret al son de una alegre marcha.
           Lo primero que noté fue la desproporción entre la longitud del paso y lo vacío que estaba, Jesús, un romano y uno que podía ser Pilatos levantado, pues su silla estaba detrás vacía. Pensé en cuan inteligente son estos cofrades cacereños, en una ciudad en la que al parecer está mal visto realizar “estrenos” hacen un paso grande para poder irlo rellenando poco a poco, así un año podrán poner a Pilatos, sentado en un trono como Dios manda, con un águila dorada como el pájaro que estaba en la pared del “Gavilán” de la plaza Cruz Verde hasta que lo cerraron; otro año la mujer de Pilatos, la del sueño, otro el subsahariano de la palangana, otro al menos a un soldado romano más, firme y de pié: meter un caballo ya me parecería excesivo. En fin un verdadero programa de inversiones cofrade con varios años por delante.

Un paso desaprovechado
             Tras el paso la banda. Por su guión supe que procedía de Salamanca, por fin un detalle musical digno. Aunque la primera impresión al verlos de lejos es que venía avanzando un grabado antiguo que representaba una apertura de las Cortes con Isabel II y todos sus generales, Espartero, Narváez, Serrano y unos veinte más, todos vestidos con levitas negras orladas de pasamanería dorada y tricornios de corte clásico del mismo color, impresionante; hasta las japonesas se emocionaron viendo la cantidad de fotos que hacían.
Pero lo mejor estaba en la marcha del paso, lo que podíamos llamar la asimilación por la parte renovadora y progresista del pueblo de Cáceres de las nuevas tendencias en el mundo de la carga del siglo XXI. Un paso casi vacío, movido por un nutrido grupo de costaleros cuyas zapatillas y calcetines uniformes aparecían por los faldones del paso; una marcha propia de una banda valenciana en días de traca, y esos costaleros que impulsan al paso al ritmo de la música con movimientos alegres y valientes. Un talibán de la calle Veedor quizás diría que los vaivenes que sufría el paso eran algo excesivos, más propios de las calles del Cerro del Águila que de las austeras piedras cacereñas y que Jesús, Pilatos y el soldado romano bailaban más de la cuenta, pero todo es cuestión de estética cofrade, ya los irán perfeccionando, sobre todo con la incorporación al paso de nuevos personajes que hagan el paso más pesado.
El público con división de opiniones; algunos aplaudían como ven por televisión que se debe hacer, otros callaban y ponían cara de no saber cómo comportarse. En cuanto a mí ¿qué quieren que les diga? Me sentí embargado como el de la Zarzuela por un sentimiento de orgullo y satisfacción al ver con mis propios ojos un triunfo más del espíritu y de la cultura del pueblo andaluz, ya exportamos nuestro estilo de carga a las cofradías de Cáceres…
          Aprovechando una parada de la procesión me marché con estos pensamientos y me volví para echar una última mirada; las dos japonesas seguían retratando a los marciales músicos salmantinos. No me extraña, más que músicos eran unos personajes históricos, con ese uniforme que envidiaría hasta el mismo Kiko Rivera para su cofradía trianera.
Kiko Rivera, otro andaluz que triunfa en el mundo... Va a tener razón Canal Sur “la nuestra”, somos la ¡Andalucía imparable! Por ahora llegamos hasta Cáceres, pero pronto llegaremos a todo el E. E. (Estado español).
          ¿Con qué pueden pararnos? ¿Con mortajitas? Que se vayan preparando los cofrades de Zamora.
                

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