Un libro a leer por todo intelectual de izquierda. |
A través de internet he visto un desfile bufo o
carnavalesco que estos días del pasado Carnaval se paseó por la calle de la
Palma parodiando a una procesión de Semana Santa, con la actuación de un cantaor de saetas
incluido.
Nada puedo objetar a las imitaciones o disfraces de
penitentes o de prelados, son cosas de la fiesta y en esta ciudad nadie tiene
en cuenta esas cosas. Pero un caso distinto es la parodia de la figura de
Jesucristo que, en mi opinión, se pasaba del humor carnavalesco para entrar en
la burla descarada de las, respetables según creo, ideas religiosas de muchos
ciudadanos. Vamos que era una provocación de dudoso gusto, ya que hería las
sensibilidades de muchas personas fueran creyentes o no como me pasó a mí,
aunque hice el servicio militar en Caballería y con mis años tengo mi sensibilidad
algo endurecida.
Quizás fuera un sentimiento debido a mi educación infantil
cristiana pero, ver a un joven blandiendo una cruz estrafalaria y ridiculizando
a Jesucristo, me produjo la misma sensación de desagrado que cuando escuché al Cardenal Rouco “amenazar” con quitarle a
Cáritas el dinero de los pobres si la Iglesia tenía que pagar impuestos como el
resto de los españoles.
Las representaciones bufas de procesiones o entierros religiosos
fueron habituales en la España de otro tiempo y formaban parte de un
sentimiento antirreligioso que buscaba provocar al creyente creíamos ya
superado. Estas cosas pasaban en una España con una población empobrecida e inculta
y con unas ganas de resolver sus diferentes formas de entender la vida mediante
la violencia como desgraciadamente pasó al final. Hoy en cambio se respetan las
ideas y las creencias ajenas, lo que es un logro, y no pequeño, del triunfo en
nuestro país de la educación en las ideas democráticas.
Por eso me ha extrañado ver presenciando este espectáculo,
al parecer con agrado, a personas que suponía dotadas de una cultura y de unas
ideas de tolerancia y respeto por las ideas y los sentimientos ajenos, algunos de
los cuales ofendía este espectáculo.
La burla de los símbolos ajenos, o próximos dada nuestra
cultura común de siglos, no es “progresista”; la burla de las creencias
religiosas tampoco.
El
acto de la calle de la Palma no era anticlerical ni mucho menos laico, era una simple
burla de las creencias religiosas de muchos de nuestros vecinos; no creo que
encajara dentro del “republicanismo cívico” tolerante que defendieron muchos de
los intelectuales de la izquierda española, ni creo que debía encontrar asilo
en la sensibilidad de sus representantes de nuestros días. O quizás estoy
equivocado y la tolerancia y el respeto de las ideas y creencias de los demás
no sea ya un valor “progresista”, como no lo es ni la decencia ni la honradez.
Al
ver este espectáculo pasaron por mi mente otras “gracias” como los rapados públicos
de nuestro fascismo, oficialmente cristiano, o los actos de los comunistas
chinos en la peor época de Mao. Es la gracia chabacana del intolerante, no del demócrata, como tan bien supo retratar Thomas Mann en su "Mario y el Mago".
Por
supuesto que respeto la libertad del falso Cristo para insultar a muchos de sus
paisanos, él sólo se retrata, aunque creo que es abrir una puerta a que otros tan
“graciosos” como él respondan de una forma tan educada como la suya a esos
insultos. No creo que sea una manera civilizada de entender nuestra convivencia
pero este es sólo mi punto de vista, que quizás esté ya caduco, quizás, quizás.
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