martes, 25 de marzo de 2014

¿LA GRACIA DE CÁDIZ?


Un libro a leer por todo intelectual de izquierda.

            A través de internet he visto un desfile bufo o carnavalesco que estos días del pasado Carnaval se paseó por la calle de la Palma parodiando a una procesión de Semana Santa, con la actuación de un cantaor de saetas incluido.

            Nada puedo objetar a las imitaciones o disfraces de penitentes o de prelados, son cosas de la fiesta y en esta ciudad nadie tiene en cuenta esas cosas. Pero un caso distinto es la parodia de la figura de Jesucristo que, en mi opinión, se pasaba del humor carnavalesco para entrar en la burla descarada de las, respetables según creo, ideas religiosas de muchos ciudadanos. Vamos que era una provocación de dudoso gusto, ya que hería las sensibilidades de muchas personas fueran creyentes o no como me pasó a mí, aunque hice el servicio militar en Caballería y con mis años tengo mi sensibilidad algo endurecida.    

            Quizás fuera un sentimiento debido a mi educación infantil cristiana pero, ver a un joven blandiendo una cruz estrafalaria y ridiculizando a Jesucristo, me produjo la misma sensación de desagrado que cuando escuché  al Cardenal Rouco “amenazar” con quitarle a Cáritas el dinero de los pobres si la Iglesia tenía que pagar impuestos como el resto de los españoles.

            Las representaciones bufas de procesiones o entierros religiosos fueron habituales en la España de otro tiempo y formaban parte de un sentimiento antirreligioso que buscaba provocar al creyente creíamos ya superado. Estas cosas pasaban en una España con una población empobrecida e inculta y con unas ganas de resolver sus diferentes formas de entender la vida mediante la violencia como desgraciadamente pasó al final. Hoy en cambio se respetan las ideas y las creencias ajenas, lo que es un logro, y no pequeño, del triunfo en nuestro país de la educación en las ideas democráticas.

            Por eso me ha extrañado ver presenciando este espectáculo, al parecer con agrado, a personas que suponía dotadas de una cultura y de unas ideas de tolerancia y respeto por las ideas y los sentimientos ajenos, algunos de los cuales ofendía este espectáculo.

            La burla de los símbolos ajenos, o próximos dada nuestra cultura común de siglos, no es “progresista”; la burla de las creencias religiosas tampoco.

El acto de la calle de la Palma no era anticlerical ni mucho menos laico, era una simple burla de las creencias religiosas de muchos de nuestros vecinos; no creo que encajara dentro del “republicanismo cívico” tolerante que defendieron muchos de los intelectuales de la izquierda española, ni creo que debía encontrar asilo en la sensibilidad de sus representantes de nuestros días. O quizás estoy equivocado y la tolerancia y el respeto de las ideas y creencias de los demás no sea ya un valor “progresista”, como no lo es ni la decencia ni la honradez.

Al ver este espectáculo pasaron por mi mente otras “gracias” como los rapados públicos de nuestro fascismo, oficialmente cristiano, o los actos de los comunistas chinos en la peor época de Mao. Es la gracia chabacana del intolerante, no del demócrata, como tan bien supo retratar Thomas Mann en su "Mario y el Mago". 

Por supuesto que respeto la libertad del falso Cristo para insultar a muchos de sus paisanos, él sólo se retrata, aunque creo que es abrir una puerta a que otros tan “graciosos” como él respondan de una forma tan educada como la suya a esos insultos. No creo que sea una manera civilizada de entender nuestra convivencia pero este es sólo mi punto de vista, que quizás esté ya caduco, quizás, quizás.    

             

              

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