La marina imperial rusa en Cádiz. |
Un mes de febrero de los años cincuenta del siglo XIX el
Oficial de Carabineros Pío Antonio Martínez denunció en el Juzgado de Santa
Cruz que “próximo al castillo de la 2ª Aguada” el Alguacil Municipal Pedro
Cazorla había encontrado “en la playa inmediata al mar, casi dentro de ella un
hombre al parecer ahogado y de Nación Estrangera”, habiendo dispuesto que quedara
el cuerpo bajo la custodia de un carabinero.
Cuando el juez se dispuso a hacer el levantamiento del
cadáver recibió otra comunicación del citado Oficial de Carabineros que le
avisaba de la desaparición del cuerpo, “el cadáver del que di conocimiento y
que parecía estar ahogado y ser estrangero, ha desaparecido del punto en que se
hallaba custodiado por un carabinero” y se disculpaba del fallo en la
vigilancia, “por no haber podido relevarlo con el Alguacil Municipal de esta
demarcación por estar éste, según dice, ocupado en el reparto de papeletas de
quintos”.
Como en Cádiz no era frecuente la desaparición de
cadáveres, el Juez ordenó su búsqueda inmediata y a los pocos días el mismo
Oficial le aclara lo sucedido, “he sabido por el Sargento de Carabineros de
este punto que el referido cadáver pertenecía a un buque ruso y había sido
conducido por los marineros de su buque, con autorización del Señor Comandante
General, a darle sepultura próximo al castillo de Puntales”.
Supongo que ante la perspectiva de enterrar a su marinero
en la misma playa, ya que al no ser católico le estaba prohibido el entierro en
el cementerio de San José, el Capitán del buque obtuvo licencia de la autoridad
militar para enterrarlo en la zona polémica de Puntales, donde al menos su
cadáver estaría fuera del riesgo de ser desenterrado con las mareas, un macabro
espectáculo que se daba a veces, con gran escándalo de la población gaditana,
dada la numerosa población no católica que frecuentaba la ciudad.
Sin duda las
costumbres rusas en cuestiones de velatorio debían ser distintas a las
gaditanas porque a los pocos días se presenta a la Alcaldía una denuncia de la
2ª Comandancia de la Guardia Municipal sobre una bronca que estos marineros
rusos habían formado en la taberna del Maltés de la calle Flamencos Borrachos.
Al parecer se embriagaron, quizás para ahogar las penas por el compañero
fallecido, tras lo que la emprendieron a golpes con el maltés y su chicuco,
acudiendo un guardia municipal al que quisieron desarmar, pero entre los tres consiguieron echarlos
fuera del establecimiento, llegando después más guardias que se los llevaron
detenidos, no sin que al intentar escaparse uno de ellos recibió “un gorpe con
el fusil del cual resultó erido de la cabeza”.
La típica pelea portuaria de un Cádiz ya desaparecido para
siempre que muchos llegamos a conocer, al que acudían barcos de distintas
banderas y por cuyas calles no era raro encontrar marineros de todas las
nacionalidades. ¡Qué tiempos!
Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
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