Una venta entre caballeros. |
A
Pilar, defensora, entre otros, de los derechos de la infancia.
En el reciente libro
del Profesor Arturo Morgado García sobre la esclavitud en Cádiz, Una metrópolis esclavista. El Cádiz de la
Modernidad, nos dice que la venta de esclavos continuó en la ciudad durante
el Trienio Liberal de 1820 a 1823, y que “debió seguir existiendo un mercado
plenamente operativo, aun en los años veinte del siglo XIX”.
Como prueba de la existencia de ese mercado, en 1824 se
vende en el Cádiz ocupado por el ejército francés de los Cien Mil Hijos de San
Luis, a una persona, cuyo vendedor Juan Thesma la describe así en la escritura
de compraventa: “una negra que tengo de mi legítima pertenencia, de edad de
veinte y tres años, la que, habiendo comprado bozal (que procedía de África, no
había nacido esclava sino libre), fue bautizada y se le puso el nombre de María
Juana”.
Después
alaba el buen estado de la mercancía, “no padece mal de corazón, gota ni otro
accidente ni enfermedad manifiesta ni secreta”, así como la calidad del
producto que vende, “no es prófuga, ni ladrona, ni tiene otro vicio, tacha o
defecto que le impida servir bien, no ha cometido delito por el que merezca
pena capital ni destierro, ni tampoco está obligada ni hipotecada a deuda ni
responsabilidad mía”.
Hombre meticuloso cuenta cómo llegó a su poder, “Dicha
negra la compré en 4.500 reales de vellón a Don Andrés Marzán y Don Manuel
Igartuburu, como Síndicos del concurso de acreedores de Don Juan Rapelo”; el ahora
arruinado Rapelo, “adquirió la dicha negra en la ciudad de La Habana” en 1816 “a
Don Bernardo Santos Suárez que se la vendió bozal, a uso de feria, alma en boca
y huesos en costal”, procedente de la carga de esclavos “que había conducido de
la costa de África la goleta española nombrada La Antonia, su capitán Don Julián
Mas y Canella”. Por lo que “me corresponde legalmente en propiedad la referida
negra Juana María, la cual vendo a Don Antonio Sánchez de Villarroel en precio
de 4.000 reales de vellón en dinero efectivo metálico (sin duda los años habían
depreciado la mercancía).
Después afirma que se cumplen diversas cláusulas legales
propias de toda compraventa, “declaro que el justo precio y verdadero valor de
la expresada negra Juana María son los dichos cuatro mil reales de vellón, y
que no vale más, ni he hallado quien me dé tanto por ella”; asimismo se
compromete a acatar las leyes “que tratan de las cosas que se venden, compran o
permutan”, renunciando a todos sus derechos a favor del comprador, “para que
sea su esclava y por tal la posea, venda y disponga de ella a su arbitrio como
de cosa suya adquirida con legítimo y justo título”.
Se firmó la escritura ante el Escribano Juan Quintero y los
testigos “Don José María Daponte y Camacho, Don Joaquín Jiménez de Velasco y Don
José María Benítez de la Puente, todos vecinos de Cádiz”.
La firma del vendedor. |
Para el Comercio era una compraventa menor, otra de las
pocas que se llevaban a cabo en un Cádiz que buscaba cómo salir de la crisis económica
que padecía, a causa de la independencia de las colonias americanas.
Había que cumplir con Hacienda. |
Del Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
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