Los patronos. |
De mis ya lejanos años infantiles recuerdo con nostalgia sobre un fondo gris las celebraciones de
finales de Octubre y de principios de Noviembre. En un tiempo en el que empezaba
a refrescar y nuestras madres nos ponían las primeras ropas de abrigo, con el
colegio ya empezado recibíamos con alegría la fiesta de los Patronos San
Servando y San Germán ya que, como todavía no era oficial la festividad del
lunes de Carnaval, cerraban los colegios y los Servandos y los Germanes
celebraban junto con sus compañeros un día sin clases.
A los
pocos días llegaba Tosantos y había que ir acompañando a nuestros padres a la
visita a los cementerios, aunque no comprendiéramos del todo el anual ritual de
limpieza de nichos y adorno floral y a la Plaza para ver, entre apretujones ya
que entonces no había televisión, el maravilloso espectáculo de los puestos engalanados,
así como el no menos maravilloso de los puestos de los alrededores del mercado,
donde junto a las castañas y nueces, se exponían otras delicias como los moniatos,
los membrillos y sus orondas primas las zamboas.
Aunque
los Patronos han desaparecido del calendario festivo de Cádiz, sí tuvieron relevancia en épocas pasadas para
la ciudad. En 1865 el canónigo José María León y Domínguez, autor del delicioso
libro Recuerdos Gaditanos, escribió un “Drama en tres actos y en versos” que editó
en la Imprenta de la Revista Médica, titulado Los Mártires Patronos de Cádiz.
El libreto. |
Esta obra, mejor “obrita” en el lenguaje de la época, es
la típica pieza que se representaba en el Seminario y los colegios religiosos
en las fiestas de fin de curso y en algunas casas de la burguesía gaditana de
la época isabelina tan aficionada, como toda la ciudad, al teatro. Por cierto
que el Ayuntamiento de Cádiz adquirió al autor 100 ejemplares a 8 reales de
vellón cada uno para repartirlos por los colegios.
Aunque esta obra no llegue nunca a figurar en ninguna
antología, nos hemos fijado en dos detalles que comentamos, en primer lugar, en
los Personajes, junto a “Soldados, verdugos, niños y pueblo que no hablan”,
aparecen algunos nombre romanos como Marcelo, Daciano, Remigio o Robustiano que
a los niños de entonces y a muchos de mi época nos recuerdan a un listado de
los almaceneros de nuestro barrio. El segundo es la nota final en la que el
autor aboga por la construcción de una capilla para el culto de los Patronos en
el lugar en el que tradicionalmente se suponía habían sido ajusticiados:
“El glorioso sitio donde fueron martirizados nuestros
santos se encuentra en el término de la ciudad de San Fernando, en el campo
llamado de Soto. Lo indica al viajero un pilar colocado allí el año de 1830 por
D. Ramón Jiménez, presbítero que fue del venerable clero de dicha ciudad; hay
en él una cruz y un azulejo con esta inscripción: S. SERVANDO Y S. GERMÁN
RECIBIERON EN ESTE SITIO LA PALMA DEL MARTIRIO”.
Y se
preguntaba “¿Sería muy difícil labrar una capilla en el lugar del martirio?”
Años después vería contestada su pregunta con la construcción de la primera capilla
en el Campo de Soto.
La firma del autor. |
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