A Ana Romero-Abreu
El 9 de Septiembre de 1865 el
Ayuntamiento de Cádiz conoce por boca de Adolfo de Castro la existencia en
el Archivo Municipal de “una relación histórica del saqueo de Cádiz por los
ingleses escrita por Fray Pedro de Abreu, religioso franciscano testigo
presencial de los acontecimientos” y acuerda “dar a la luz un trabajo tan curioso y digno de memoria” corriendo el
Ayuntamiento con todos los gastos que se originaran hasta su impresión.
Para
“una mayor ilustración del libro” y tener “la mayor copia de datos auténticos
que sea posible”, se acuerda solicitar a la Biblioteca Nacional y a las bibliotecas
Colombina y de la Academia de la Historia copias de las relaciones manuscritas
que poseyeran sobre este suceso histórico.
Contestó
el Director de la Biblioteca y escritor José Eugenio de Hartzenbush, “tan
amante de las letras que con tanto y tan marcado credo cultiva” como lo
califica en su correspondencia el erudito gaditano, diciendo que había ordenado
“en el acto mismo la copia de los manuscritos existentes en esta Biblioteca…
habiéndola encomendado a persona apta para tal efecto”.
No
habían pasado muchos días cuando Hartzenbush contesta que se ha terminado la
copia “de las tres relaciones que existen entre los manuscritos de esta
biblioteca relativas al saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596, y además la
de unos puntos breves de las trazas, designios y opiniones que, sobre la fortificación
de dicha plaza, hubieron de darse por varios peritos con motivo de aquel
infausto suceso, los cuales me han parecido podrán ser útiles para el laudable
propósito de esa ilustre Corporación municipal”. En cuanto a los gastos
ocasionados los cifraba en 120 reales, pidiendo le dijeran la forma de remitir
las copias “por ser algo abultadas para el correo”.
Castro le comunica que debe entregar las
copias a Don Leocadio López en un sobre dirigido “A los Señores Verdugo,
Morilla y Compañía, del Comercio de libros, para entregar en la Secretaría del
Excmo. Ayuntamiento de Cádiz”. Al mismo tiempo le reitera “el homenaje de mi
adhesión más profunda hacia una persona tan benemérita así como la expresión
del reconocimiento de la ciudad por el importante servicio que le ha prestado,
tan en armonía con sus profundos conocimientos literarios”.
Una
vez autorizado el gasto por el Gobierno Civil, tras imprimir la obra, se
repartieron ejemplares “a las Bibliotecas y a las Academias principales del
Reyno y a personas distinguidas por sus letras y conocimientos científicos,
reservándose la ciudad 600 ejemplares para expenderlos en los centros del
comercio de libros a razón de 20 reales el ejemplar para auxiliar a los costes
de su impresión”.
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