Maceros de León con el color carmesí |
En 1856 Adolfo de Castro dirigió al pleno municipal una
propuesta, que fue aprobada, en la que exponía que el año anterior se había
comprado ropa nueva a los clarineros municipales pero que la de los maceros no
era muy presentable, “el mal estado de los maceros y lo poco elegante de sus
ropones requieren una reforma inmediata”.
Proponía
“la reforma del traje de los maceros, adoptando el de los reyes de armas del
tiempo del Emperador Carlos V, siendo el color de las dalmáticas el morado,
color antiguo de Castilla y del de las Comunidades, en recuerdo tradicional de
nuestras antiguas instituciones y de los primeros caudillos de la libertad
española”, en referencia a los dirigentes vencidos y ajusticiados en la Guerra
de las Comunidades, mitificados por el Romanticismo español.
Sin
entrar en la discusión histórica sobre si las Comunidades fueron una revolución
burguesa y popular o una reacción nobiliaria, incurría el erudito gaditano en
el mismo error histórico en que incurrieron por igual monárquicos y
republicanos a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Los
monárquicos porque en 1867 y cito a una autoridad en la materia como Julio
Guillén Tato, “la instrucción sobre banderas, sin aducir argumento alguno, estableció,
faltando a la tradición, que el estandarte real debía ser morado oscuro”.
Por
su parte los republicanos, por las mismas razones en que basaba su propuesta Adolfo
de Castro, hicieron suyo el color morado que insertaron en su bandera que
llegaría a ser la enseña oficial con la Segunda República.
El
error estribaba en que el morado nunca fue el color de la bandera de Castilla, era
el carmesí, bermejo o rojo oscuro, y para comprobarlo Adolfo de Castro no tenía
más que fijarse en el pendón histórico de la ciudad que se conservaba en el
despacho de la Alcaldía, o asomarse al balcón de la casa capitular y lo vería
ondear en la bandera de la ciudad, el mismo color que tenían y tienen por
ejemplo las enseñas municipales de Sevilla o de Alicante.
Más
acertados en cuanto a colores estuvieron los ediles que en 1855 diseñaron para
uso de los miembros de la corporación municipal gaditana unas medallas cuya
cinta tenía los colores verde y morado, el mismo color de las cintas y corbatas
que adornaban las banderas de la Milicia Nacional, colores que en 1857 se
sustituyeron “por otras con los colores del pabellón español”.
Los
colores de los liberales exaltados españoles (y portugueses) eran el verde y el
rojo oscuro, los que tenía la “bandera de la libertad” que bordara Mariana
Pineda, los consideraban unos colores de partido o de ideología, pero nunca un
color nacional, al contrario que los portugueses que los adoptaron para su bandera
tras la proclamación de su República a principios del siglo XX.
Supongo
que los maceros lucirían garbosos sus nuevos “ropones” para mayor gloria de los
regidores municipales de la época, mayor deleite de los amantes del protocolo y
de la historia y mayor jolgorio de los niños y los adultos guasones que, al
igual que ahora, abundarían en el Cádiz decimonónico.
Del
Archivo Histórico Municipal de Cádiz
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