jueves, 10 de octubre de 2013

MACEROS MORADOS


 
Maceros de León con el color carmesí

            En 1856 Adolfo de Castro dirigió al pleno municipal una propuesta, que fue aprobada, en la que exponía que el año anterior se había comprado ropa nueva a los clarineros municipales pero que la de los maceros no era muy presentable, “el mal estado de los maceros y lo poco elegante de sus ropones requieren una reforma inmediata”.

Proponía “la reforma del traje de los maceros, adoptando el de los reyes de armas del tiempo del Emperador Carlos V, siendo el color de las dalmáticas el morado, color antiguo de Castilla y del de las Comunidades, en recuerdo tradicional de nuestras antiguas instituciones y de los primeros caudillos de la libertad española”, en referencia a los dirigentes vencidos y ajusticiados en la Guerra de las Comunidades, mitificados por el Romanticismo español.

Sin entrar en la discusión histórica sobre si las Comunidades fueron una revolución burguesa y popular o una reacción nobiliaria, incurría el erudito gaditano en el mismo error histórico en que incurrieron por igual monárquicos y republicanos a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

Los monárquicos porque en 1867 y cito a una autoridad en la materia como Julio Guillén Tato, “la instrucción sobre banderas, sin aducir argumento alguno, estableció, faltando a la tradición, que el estandarte real debía ser morado oscuro”.

Por su parte los republicanos, por las mismas razones en que basaba su propuesta Adolfo de Castro, hicieron suyo el color morado que insertaron en su bandera que llegaría a ser la enseña oficial con la Segunda República.

El error estribaba en que el morado nunca fue el color de la bandera de Castilla, era el carmesí, bermejo o rojo oscuro, y para comprobarlo Adolfo de Castro no tenía más que fijarse en el pendón histórico de la ciudad que se conservaba en el despacho de la Alcaldía, o asomarse al balcón de la casa capitular y lo vería ondear en la bandera de la ciudad, el mismo color que tenían y tienen por ejemplo las enseñas municipales de Sevilla o de Alicante.
Más acertados en cuanto a colores estuvieron los ediles que en 1855 diseñaron para uso de los miembros de la corporación municipal gaditana unas medallas cuya cinta tenía los colores verde y morado, el mismo color de las cintas y corbatas que adornaban las banderas de la Milicia Nacional, colores que en 1857 se sustituyeron “por otras con los colores del pabellón español”.
          Los colores de los liberales exaltados españoles (y portugueses) eran el verde y el rojo oscuro, los que tenía la “bandera de la libertad” que bordara Mariana Pineda, los consideraban unos colores de partido o de ideología, pero nunca un color nacional, al contrario que los portugueses que los adoptaron para su bandera tras la proclamación de su República a principios del siglo XX.

Supongo que los maceros lucirían garbosos sus nuevos “ropones” para mayor gloria de los regidores municipales de la época, mayor deleite de los amantes del protocolo y de la historia y mayor jolgorio de los niños y los adultos guasones que, al igual que ahora, abundarían en el Cádiz decimonónico.

Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz

 

           

             

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