domingo, 11 de agosto de 2013

EL ARCHIVO DIOCESANO DE CÁDIZ


            Ayer sábado viendo los techos de la sacristía de la iglesia del convento de Santa María, gracias a la Noche Blanca que organizó la asociación Cádiz Ilustrada para allegar fondos para su restauración, me di cuenta de la situación de deterioro, en ocasiones verdadera ruina, en que se encuentra una gran parte del patrimonio histórico y artístico de Cádiz, en especial el religioso.

            Comprendo que cualquier intento de arreglo o restauración de este patrimonio requiere gastar una gran cantidad de dinero, lo que es impensable sin la ayuda de las administraciones públicas, de las obras sociales de una parte de la banca o de algunas grandes empresas, sobre todo de las primeras como casi todo lo que se hace en este país. Pero como en el momento actual esto es impensable, veremos irse degradando e incluso desaparecer a muchas piezas de nuestro patrimonio, sin que hayamos podido contemplarlas y sin que hayan podido ser estudiadas y divulgadas por los estudiosos.

            Pero la Iglesia tiene en esta provincia un patrimonio riquísimo cuya conservación y exposición su estudio y divulgación no requeriría el empleo de unas sumas desorbitadas de euros. Me refiero a su patrimonio documental, acumulado en los siglos pasados y comparable al de las administraciones que se conservan en los generalmente bien cuidados archivos municipales y en el histórico provincial.  

            Como nuestra provincia tiene por razones históricas la curiosidad de estar dividida en dos diócesis, no se puede generalizar en el uso que la Iglesia provincial hace del legado documental de los siglos que nos precedieron. Pero como vecino de Cádiz sentí cierta envidia cuando, a raíz de la recuperación de un libro de Bautismos sustraído de la parroquia de Villamartín, me enteré que estos libros de mayor antigüedad se guardaban y conservaban debidamente en el archivo diocesano de Jerez. Ignoro si esta centralización para su mayor seguridad se lleva a efecto con toda la documentación eclesiástica de esa diócesis y no sólo con los libros sacramentales, pero en cualquier caso supone un cariño por el patrimonio religioso y por la cultura de esa parte de la provincia que desgraciadamente no encontramos en la diócesis gaditana-ceutí.

            En efecto, cualquiera que haya podido acceder a las entrañas del archivo de la calle Hospital de Mujeres habrá podido constatar la precariedad de sus instalaciones que en ocasiones contradicen las normas elementales de seguridad exigibles para la perfecta conservación de los documentos que alberga. A lo que hay que añadir la falta, o quizás la ocultación, de un catálogo de fondos o de cualquier otro instrumento impreso o informático que facilite la consulta de dichos documentos. Esto no quita que haya que reconocer el trabajo para su conservación que con medios rudimentarios han llevado y llevan a cabo las personas que han tenido y tienen en la actualidad a su cargo o trabajan en este archivo.

            Las principales causas que originan este mal uso de parte del patrimonio religioso gaditano podrían ser un exagerado y bastante anticuado sentido de la propiedad de ese patrimonio y un no menos exagerado, anticuado y hasta  preconciliar miedo del Obispado y de parte del clero gaditano a la posible divulgación de una parte de la historia de la Diócesis, o mejor de algunos posibles “secretos” de esa historia que podrían dañar la imagen de la Iglesia.

            La primera causa no se puede sostener hoy día, con las lógicas matizaciones y sin discutir sobre la propiedad del patrimonio histórico documental de la Iglesia, éste debe estar a disposición de todos los ciudadanos que reúnan los requisitos de idoneidad para su consulta y estudio.

            En cuanto a la segunda, a estas alturas del siglo XXI no creo que existan ya estos “secretos” y menos en este archivo. El Obispado de Cádiz debía corregir esta desconfianza hacia los investigadores, o hacia la mayoría ya que supongo que siempre habrá algunos privilegiados, e imitar a otras diócesis que no dudan en poner a disposición de los interesados, sean historiadores o no, sus fondos documentales.

            Aunque se perdió la oportunidad el año pasado de buscar financiación para renovar las instalaciones del Archivo Diocesano, no es ilusorio pensar en una nueva ubicación para el mismo. Se cuenta con edificios magníficos donde instalarlo, su amueblamiento de forma austera aunque con riguroso respeto a las prescripciones técnicas no saldría tan costoso y su personal podría completarse con la participación del voluntariado, que ya ha demostrado su eficacia en otros aspectos del cuidado y conservación del patrimonio.

            Y por supuesto a este renovado archivo le correspondería una nueva dirección. Creemos que el hecho de ser sacerdote no supone una mayor cualificación o capacidad para llevar dicha dirección por lo que, en consonancia con los tiempos, el nuevo Obispo tiene una magnífica ocasión para nombrar por primera vez a un laico de su confianza, una persona cualificada y con ánimos que acometa la ilusionante empresa de modernizar el archivo y abrirlo para contribuir así al estudio y divulgación de la historia de la Iglesia, que no olvidemos es también la de nuestra provincia.

   

  

1 comentario:

  1. Pues completamente de acuerdo, José Mª. En muchas ocasiones, no es tanto cuestión de dinero, como de imaginación poder hacer cosas útiles e interesantes.

    La Iglesia debería ya reciclarse en estas cosas, y adoptar posturas radicalmente distintas a las mantenidas hasta ahora; por ejemplo, en relación a su patrimonio. Ya es hora de que la Iglesia deje de considerar el patrimonio religioso como una cosa propia de la que sólo pueden gozar sus sacerdotes. Me refiero a las escasas horas de aperturas de sus templos; es inconcebible que haya iglesias que son verdaderas joyas, pero que apenas nadie puede disfrutar, porque sólo abren en horario de misa... No parece tan difícil que haya un acuerdo Iglesia-Administraciones Públicas que, a través de un acuerdo de Voluntariado, permita a los gaditanos disfrutar de "su" patrimonio", con horarios generosos de mañana y tarde (ya se ha hecho en la Comunidad de Castilla-León), ¿verdad?.

    Son muy suyos los curas: no tienen dinero para reformas ó rehabilitaciones de sus edificios; pero si estos se reforman con el dinero de todos, nadie puede disfrutarlo porque esos mismos curas que piden el dinero público, los cierran a cal y canto. De pena.

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