Hoy nos parecerá absurdo o imposible, pero la hora de
apertura y de cierre de las murallas de Cádiz constituyó siempre una
preocupación para las personas que trabajaban fuera del casco urbano, para los
viajeros que llegaban a la ciudad o para cualquiera que tuviera que desplazarse
a Extramuros o al muelle para cualquier asunto o para visitar a algún familiar
que viviera de los glacis hacia fuera. Así por ejemplo la llegada con retraso
del tren o de las diligencias que hacían los servicios a las localidades de la
provincia, algo entonces habitual, suponía que los pasajeros encontraran las puertas
de las murallas cerradas, teniendo que pernoctar en alguno de los ventorrillos
que se encontraban estratégicamente situados en el interior del muelle o en las
proximidades de las Puertas de Tierra, de algunos de los cuales hemos tenido
noticia hasta nuestros días como Corona o el Transvaal.
Esta situación, que se mantuvo hasta bien avanzado el
siglo XX, motivó muchas quejas del Ayuntamiento a las autoridades militares,
ante el perjuicio que causaba a los visitantes y a los vecinos de la ciudad. Un
ejemplo de estas quejas comienza con un escrito que elevan a la Alcaldía en
1842 los ediles Thomás Matheu y Tiburcio Campe, en él se quejan de que “Las
irregulares horas de abrir y cerrar las Puertas de la Ciudad causan al
vecindario notables perjuicios y más acrecentados a los trabajadores y
jornaleros de los Muelles, Puerta de Tierra o barrios de Extramuros y Puntales
y a los de Bahía que pernoctan en la ciudad, Precisamente los que se ocupan de
las faenas de Puntales, que no bajan en el día de 400 personas, deben estar en
sus respectivos trabajos al salir el sol, y mal pueden ejecutarlo cuando la
Puerta de Tierra se abre algunos días después que el gran padre de la luz del
día ha calentado bien los cascos al Capitán de Llaves, resultando que pierden
medio jornal esos infelices braceros; igual partida sufren al cerrarse temprano
dicha puerta, pues si han de dar de mano para coger Puertas lo han de hacer
antes de ponerse el sol y también sufren quebranto en sus jornales.”
Por “todos
estos perjuicios que sufre el pueblo”, pedían al Alcalde que se dirigiera al
Comandante de la Plaza para que “las puertas de esta Ciudad se abran y cierren
con la regularidad posible respecto a las estaciones del año” y que “se fijen
en las mismas las horas a que deben verificarse para conocimiento del público”.
El Alcalde llevó este asunto al Pleno Municipal que acordó dirigirse a la
autoridad militar pidiéndole que “se abran y cierren las puertas antes de salir
y después de ponerse el sol, o bien fijar horas según las estaciones para que
los trabajadores no sufran”.
La
respuesta del Comandante General es una muestra del respeto por las ordenanzas y
los usos y costumbres tan característico de la vida militar. El Comandante
General comunica que “las llaves de la Plaza se depositan de noche en el
pabellón de S. E. (se refería a su propia vivienda situada en alguno de los cuarteles
junto a las Puertas de Tierra), al cañonazo del Alba las recoge el Capitán de
Llaves y en necesaria mucha exactitud para hacer esta operación, pero siempre
se ejecuta conforme a ordenanza, es decir que se abren cuando el día es claro y
se cierran media hora después de ponerse el sol”. No obstante, para mostrar su
buena disposición para con el Ayuntamiento y “para conciliar los extremos que
se solicitan”, había dado órdenes de que “la Puerta de Tierra sea la primera
que se abra y la última que se cierre”.
Del Archivo Histórico Municipal
José Mª: Una curiosidad... ¿En que año desaparecieron las puertas de la muralla?
ResponderEliminarNo se decirlo con seguridad, posiblemente el cierre con puertas y llaves de la ciudad en las Puertas de Tierra desaparecería al aumentar la circulación de los vehículos a motor en los años veinte, aunque los militares permanecieron allí hasta la apertura de los desaparecidos cuarteles de la Avenida; el cierre de las puertas de la muralla que daban al puerto al irse derribando a partir de la primera década del siglo XX. De niño recuerdo que en la curva del fuerte de Cortadura (curva terrible que propició muchos accidentes)se ponían los consumistas (cobradores de arbitrios municipales), que antes estaban en las Puertas de Tierra y que paraban a todos los vehículos que entraban en la ciudad. Incluso cuando se abrió el fuerte para eliminar esa curva todavía había guardia militar y se pasaba a veces un doble control, municipal y de la Guerdia Civil. Similar función recaudatoria para los que provenían del muelle y de la estación cumplía una caseta de mampostería que se mantuvo cerca de la entigua estación de ferrocarril hasta los años 70 del siglo pasado. Los consumistas,apoyados por la Policía Local paraban e inspeccionaban hasta los bultos que llevaban los pasajeros de los coches de caballo...
EliminarMuchas gracias por tu respuesta
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