martes, 15 de enero de 2013

DEBATE TRAS "CUARTO MILENIO"


          
             En relación con la invitación que hice el pasado sábado para que vieran el programa Cuarto Milenio en la Cuatro que trataba del naufragio del “Príncipe de Asturias” de la naviera Pinillos, y ante las afirmaciones e insinuaciones que se hicieron por uno de los participantes en el mismo respecto a que el naufragio se debió a un acto de piratería para apoderarse de una gran cantidad de oro que se guardaba en el camarote del Capitán y que éste sería cómplice de esos hechos, el autor de NAUFRAGIO el libro que les recomendé, tras su participación en este programa, remite esta carta que desmiente las afirmaciones que se vertieron en dicho programa.

            Introducir la historia en terrenos dominados por el esoterismo y la ciencia ficción tiene estos inconvenientes.

 
POR LA MEMORIA DIGNA DEL NAUFRAGIO
DEL PRINCIPE DE ASTURIAS

Por Francisco García Novell

      Hace unos días he tenido oportunidad de participar en la grabación de un programa de televisión para hablar del naufragio del trasatlántico español, Príncipe de Asturias en cuya historia llevo trabajando desde hace muchos años. Estaba también invitado Isidor Prenafeta, nieto de uno de los tripulantes supervivientes del hundimiento. Una vez allí supe además que Isidor había escrito un libro relatando la historia de su abuelo en el naufragio. Llevado por mi entusiasmo hacia todo lo relacionado con el hundimiento al día siguiente decidí comprarlo y leerlo, pero a las pocas horas, al conocer su contenido, no pude evitar mi mayúscula sorpresa ante todo lo que allí se manifestaba. Mi continuo respeto por la magnitud de aquella tragedia y por la verdad de los acontecimientos me han obligado a escribir el presente comentario, y aunque al autor ya le he hecho llegar mi punto de vista personal sobre el libro así como varias aclaraciones sobre el gran número de inexactitudes vertidas en el mismo, me parece justo hacer publica mi opinión sobre esa publicación.
      Ediciones Noray, la editorial cuyos títulos y colecciones hasta ahora me han parecido excelentes, imagino que debe saber que una novela histórica –y esta lo es pues se refiere a hechos y personajes históricos- debe ser siempre el resultado de una rigurosa investigación. Cualquier hipótesis –siempre valida- debe estar basada en hechos comprobados o, cuando menos, atribuidos al testimonio de alguien con fundamento.
      “El misterio del Príncipe de Asturias”, escrito por Isidor Prenafeta –deportista y viajero, según reza en la solapa- sustenta la hipótesis de una conspiración, en la que participó el propio capitán Lotina, como justificación del cambio de rumbo que originó el naufragio del trasatlántico frente a Ilhabela, en Brasil. El autor mantiene la teoría de que el buque se aproximó a la costa, donde detuvo su marcha y lanzó el ancla, con el fin de trasvasar el cargamento de oro que custodiaba el capitán en su camarote a un pequeño mercante varado junto al Príncipe de Asturias. Y una vez perpetrado el robo el propio capitán Lotina desapareció con el citado cargamento de oro. El segundo oficial, Rufino Onzain, según esa teoría, fue quien a partir de entonces tuvo que dirigir la maniobra desde el puente para salir de aquel difícil recodo, sin poder evitar la colisión contra las rocas de Punta Pirabura.
      Isidor Prenafeta cuenta además en su libro la historia de su abuelo, el electricista Gregorio Siles, que sobrevivió al naufragio tras vivir durante nueve días una fantástica odisea tanto en el océano como en Playa Castellanos a donde fue a parar en compañía del mayordomo del buque, Joaquín Cruz. El citado electricista fue además, según este relato, quien descubrió, en compañía de su amigo el segundo telegrafista, Luis Esteller, la conspiración antes citada y la implicación del capitán en la misma. El autor del libro culpa, por lo tanto, al capitán José Lotina tanto del hundimiento como del robo del cargamento de oro.
      Desde hace cinco años estoy investigando seriamente el naufragio del Príncipe de Asturias y, en ese tiempo, he tenido oportunidad de acceder a centenares de documentos relacionados con la verdadera historia del suceso. He podido consultar la instrucción sumarial del caso y las declaraciones y testimonios de casi doscientos protagonistas, entre pasajeros y tripulantes supervivientes. Me honro con la amistad de descendientes y amigos de todos ellos, entre los que debo citar a la familia del capitán José Lotina. Con toda esa documentación escribí un libro, editado en octubre de 2009 (“Naufragio” – La Esfera de los Libros) en el que cada una de las tramas y los argumentos desarrollados en el mismo están sustentados en informaciones documentales cuyas copias obran en mi poder. Desde ese conocimiento que poseo del naufragio del Príncipe de Asturias quiero dejar muy claro que las hipótesis que sustenta el libro de Isidor Prenafeta son falsas y totalmente infundadas y que, a la vez, dañan la imagen y la memoria de personas honorables que perdieron su vida en aquel naufragio.
      Es preciso aclarar también que de acuerdo con los testimonios de compañeros tripulantes así como por lo que se desprende de la información remitida a las autoridades de Marina por el cónsul de España en Santos, Gregorio Siles fue recogido por el vapor francés Vega unas dieciocho horas después del naufragio en compañía del mayordomo, Joaquín Cruz, y de otros marineros que encontraron refugio en la balsa nº 17. No existe constancia testimonial alguna de que fuera realidad la aventura de nueve días en Playa Castellanos que se cuenta en el citado libro.
      El radiotelegrafista Luis Esteller, a quien Isidor Prenafeta cita como testigo de la conspiración, estaba de guardia, en el momento del naufragio, en su puesto de trabajo atendiendo las ordenes del capitán. Regresó a España en compañía de otros 87 náufragos, entre ellos el citado Gregorio Siles. Es difícil, por lo tanto, que el electricista desconociera la suerte de su compañero del alma y no pudiera comentar con él –como se afirma en el libro- las consecuencias de la conspiración, ya que ambos viajaron juntos desde Santos a Tenerife, y desde allí a Barcelona. Luis Esteller hizo varias declaraciones a la prensa y nunca, en ellas, se refirió a ningún comportamiento indigno del capitán ni de nadie de la tripulación.
      El 22 de abril llegaron a la ciudad de Barcelona 74 tripulantes supervivientes, entre los que había dos oficiales, tres maquinistas, un practicante y dos telegrafistas. No parece lógico que entre tanto superviviente el Ayuntamiento y el Obispo hubieran decidido homenajear –como se cuenta en el libro de Isidor- tan solo al electricista Gregorio Siles, cuando muchos de los que regresaron habían protagonizado notables actos de heroísmo con los que lograron salvar la vida a muchos compañeros y pasajeros. Sin ir más lejos, el mismo Gregorio Siles, por ejemplo, debe su vida a Rufino Onzaín y al bodeguero Buenaventura Rosés. Puedo afirmar, así mismo, con toda rotundidad que el naviero Antonio Martínez de Pinillos nunca se desplazó desde Cádiz a Barcelona para obsequiar a ninguno de los supervivientes del Príncipe de Asturias con un reloj de oro.
      José Lotina, el capitán, por su parte, estuvo en todo momento en el puente de mando junto al oficial de guardia Rufino Onzaín, desde mucho antes de la colisión con los arrecifes. Así lo confirma el testimonio del segundo oficial, de los dos telegrafistas –uno de ellos Luis Esteller-, del medico y de otros varios tripulantes y pasajeros que le vieron y hablaron con él en los fatídicos diez minutos del naufragio. Ni se suicidó ni estuvo lejos del puente de mando. Falleció arrastrado por una ola y su cadáver reposa cerca de playa Fome donde lo enterraron unos indígenas pescadores.
      No existe, lamentablemente, ningún documento de carga del Príncipe de Asturias ni tampoco la lista oficial de pasajeros y de tripulantes. No hay nada ni nadie, por lo tanto, que pueda verificar, como se hace en el citado libro de Isidor Prenafeta, que “en el Registro de Carga figuraba la existencia en un cofre guardado en el camarote del capitán, de un millón de dólares, dos millones y medio de pesetas y otras cantidades en pesos uruguayos y reales brasileños; en un segundo cofre la cantidad de cuarenta millones de libras esterlinas en oro; y además, en un lugar seguro de las bodegas, once toneladas de oro con un destino incierto”. Y por supuesto, al no existir una lista oficial de pasajeros tampoco se puede hablar de la existencia de centenares de pasajeros clandestinos. Nunca me atrevería a afirmar, por otra parte, que ninguna de las dos grandes navieras españolas, Trasatlántica y Pinillos, aceptaran en sus buques la presencia de clandestinos.
      Isidor Prenafeta, según dice en esas páginas llenas de despropósitos, se basa para muchas de sus afirmaciones en las teorías desarrolladas por Jeannis Michail Platon, un submarinista griego afincado en Ilhabela quien posee el privilegio de ser una de las personas que más ha expoliado el pecio del Príncipe de Asturias sin ningún respeto a lo que debe considerarse una tumba en el fondo del mar.
      “El misterio del Príncipe de Asturias” es, en definitiva, un garbanzo negro dentro de las colecciones de Editorial Noray que ha tratado siempre de divulgar la buena narrativa marítima, tan escasa en nuestro país. La mejor decisión, según mi modesto juicio, seria recabar del autor la documentación necesaria para sustentar sus hipótesis con el fin de poder hacer frente a cualquier critica, queja o incluso demanda que pueda llegar en defensa de quienes se vieran afectados por el contenido de este libro.
      Desde mi condición de investigador del hundimiento del Príncipe de Asturias y de la familia y naviera Martínez de Pinillos pediría, tanto al autor como a la editorial, el mayor respeto a la memoria de aquel suceso, trágico y doloroso, y sobre todo a la de quienes perecieron en el naufragio.




No hay comentarios:

Publicar un comentario