Dedicado a Miguel A. Manzano Marrero
Pide permiso para “una vez a la semana poder hacer andar dicho carruaje en la ciudad y arrecifes de extramuros con la velocidad que los sitios requieran para no causar perjuicios a nadie ni haya motivos de queja”.
Se trataba nada menos que del inventor de un automóvil a vapor similar al que figura arriba, construido un año anterior al vehículo gaditano por el francés Amédée Bollée, considerado el pionero en esta clase de automóviles al dotar a su primer “L¨Obeissante” de 1873 de suspensión delantera y caja de cambio por engranaje.
En febrero la Comisión de Fomento remite esta instancia al ingeniero Juan Gil de los Reyes para que “con reconocimiento del carruaje de que se trata se sirva manifestar a la Comisión si puede ofrecer peligro o inconvenientes” para concederle la licencia que solicitaba.
Este ingeniero informa en marzo que “Hecho el reconocimiento del carruaje observé que el mecanismo que porta es del mismo sistema y está igualmente puesto que aquel que se aplicó, a principios del siglo pasado, a los carruajes que sólo sirvieron para transportar cañones y material de artillería, y que después se quiso generalizar este mismo mecanismo a todo tipo de carruajes y vehículos, lo cual no llegó a efectuarse por las dificultades que se presentaron en los distintos ensayos que se hicieron. En dichos carruajes se notó que la aplicación de la máquina de vapor a la tracción de carruajes sobre caminos ordinarios era imposible por las causas que se exponen a continuación: 1ª Gran rozamiento en las circunferencias de las ruedas y que aumenta en proporción al peso de la máquina, oponiéndose a la marcha del vehículo. 2ª Choques que sufre el vehículo provenientes de las desigualdades del terreno y como consecuencia proporciona molestias al viajero que lo ocupe y además se opone a la conservación del carruaje por la violencia de los movimientos de la máquina. 3ª Y última. Dificultades en corregir y contener la marcha en las vías públicas, en donde estorban los transeúntes y principalmente en los casos en que se hace necesaria una parada instantánea para no atropellar. Los obstáculos indicados han dado lugar a desechar este medio de locomoción” Y terminaba “Este aparato imperfecto dio origen a los caminos de hierro” que le permitían “marchar sobre bandas o rails que proporcionan una gran economía de fuerza Motril por constituir los rails una superficie plana y sin adherencias, lo que no se logra en los caminos ordinarios por sus desigualdades” por ello se inclinaba por denegar la licencia para no “molestar al que lo ocupe en marcha” ni “causar disgustos a los transeúntes”.
El resultado final es que no se le permitió su marcha por la ciudad, con lo que se malogró este prototipo del primer automóvil gaditano, que seguro terminaría en una chatarrería con su creador frustrado, mientras el inventor francés recibió la gloria en exclusiva.
Del Archivo Municipal de Cádiz
pues con todos esos defectos, seguro que contaminaba menos que los coches de ahora!
ResponderEliminarMuchas gracias por la dedicación, don José María.
ResponderEliminarLa verdad es que uno lee sobre los inicios de los coches, observa en fotos de autos antiguos el encanto que éstos tenían y mira cómo está ahora la avenida o se pone a buscar aparcamiento por el centro y piensa: "cómo se nos ha ido esto de las manos". Me encanta lo de " ni “causar disgustos a los transeúntes"". Qué tiempos aquellos en los que la ciudad era para las personas.