sábado, 14 de enero de 2012

ZAPATERO A TUS ZAPATOS


            Aunque hoy para comprarnos unos zapatos necesitamos acudir las zapaterías donde nos venden los que otras manos han fabricado muy lejos de ese local, antes de la revolución Industrial no era así, las zapaterías eran los locales donde unos artesanos, los “zapateros de obra prima” se los confeccionaban a medida de sus pies. Estaba prohibido el trabajo en talleres privados, en Cádiz los zapatos debían hacerse según las ordenanzas del gremio “en tienda pública sin que ningún maestro ni oficial pueda cortar ni hacer zapatos en sus casas ocultamente, a menos que por ser pobre o por su edad no pueda mantener una tienda”.
            Antes de 1596 había en Cádiz artesanos zapateros que se regían por sus Ordenanzas de 1544, pero tras el saqueo inglés la ciudad quedó desolada y muchos se marcharon. Cuando fueron volviendo poco a poco como hizo Carlos Barreto, uno de los primeros en asentarse autorizado por el municipio en 1610, constituyeron el “Gremio de Maestros Zapateros” que a su vez integraba la “Cofradía de los Santos Mártires San Crispín y San Crispiniano”, ya que gremio y cofradía eran una misma cosa, a la que después se le agregó la de Nuestra Señora de las Mercedes, gremio y cofradía gremial que tuvo como sedes la ermitas de San Roque, la de Santa Catalina y finalmente el convento de los Descalzos.  
            Este grupo fue creciendo durante el siglo XVIII, llegando en 1795 a contar con 948 maestros zapateros entre los que abundaban los extranjeros que desde 1744 podían ser elegidos para los cargos de la Cofradía, aunque los diputados refugiados en Cádiz en 1812 ya no pudieron contar para calzarse más que con 191 maestros, pues los demás habían abandonado una ciudad que ya no les ofrecía las mismas oportunidades que en el siglo anterior.    
            Junto a los maestros y oficiales zapateros había otra categoría de artesanos, “los zapateros que llaman remendones” o “zapateros de lo viejo”, que formaban un grupo marginado dentro del gremio, a los que no se les permitía “hacer hechuras de zapatos nuevos sino sólo remiendos, capelladas, medias suelas y tacones” y, aunque constituían un grupo respetable, 86 en 1763, no gozaban de los mismos derechos en su hermandad y  estaban controlados en el ejercicio de su oficio por los otros zapateros.
            En la segunda mitad del siglo XVIII, su época dorada, no se limitaban a fabricar zapatos para los particulares, también surtían de calzado a los regimientos que defendían la plaza con carácter permanente como el “Regimiento Real de Artillería” o de forma temporal como el “Regimiento Bruselas de la Real Guardia Walona”.
            Cualquier dama o caballero vecino en aquéllos años del Cádiz ilustrado podía elegir entre las zapaterías más lujosas del centro como las italianas de los Berrutti, Malinero, Cappe, Sabio, Estronante, Gabano o Canetta, las francesas de los Bregat, Balat, Sabón o Garnier, o las españolas de Pedro Velázquez o la maestra Eugenia Roldán o, la más económica pero muy populosa, que el maestro Nicolás de los Reyes tenía en la calle Mirador. 
            Como curiosidad ofrecemos los precios máximos de venta de los zapatos que fijó el Cabildo municipal en 1630 ante las muchas protestas que se originaron por la carestía: “Zapatos de hombre: De cuatro zuelas de clavo pesado, 11 reales; de cuatro suelas de cordobán, 10 reales; de 3 suelas de clavo pesado 9,5 reales; de 3 suelas 9 reales; de 3 suelas 8 reales. Zapatos de mujer: De 4 suelas 6,5 reales, de 3 suelas pulidos, 5,5 reales y medio; de 3 suelas tosco, 5 reales y un cuartillo; de 2 suelas 4 reales y 1 cuartillo”.
            Sacado del Archivo Histórico Municipal de Cádiz y del Archivo Histórico Provincial de Cádiz.


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