A mi compadre y amigo Antonio Rosón.
El escudo del Consulate. |
Pudo ser nada
menos que causa de una guerra entre los USA y la ciudad de Cádiz, aunque
finalmente pudo solucionarse y la sangre no llegó al río gracias a la sagaz
intervención de la Policía Municipal gaditana.
Ocurrió en
1890, años antes de que estallara la verdadera guerra. El mes de mayo el
Alcalde de la ciudad leía aterrorizado la misiva que le remitía el Cónsul en
Cádiz de los Estados Unidos Mr. R. W. Turner, quien clamaba indignado por un
atentado contra la soberanía diplomática de su país. Al parecer utilizando
excrementos humanos “había ensuciado algún vagabundo durante la oscuridad de la
noche la plancha de metal con el letrero de este Consulado de los Estados
Unidos”. Quizás pudiera deberse este atentado “a la orden dada por mí para que
no permita que los cocheros, betuneros o gentuza paren en el zaguán del Consulado,
en vista de lo cual alguno de ellos apeló a dicho medio cobarde para demostrar
su coraje”.
Y argumentaba
la gravedad del incidente con este argumento muy actual, “si tal caso hubiera
ocurrido en Marruecos donde no hay cristianos y la gente está por civilizar,
los Gobiernos interesados se hubieran visto desde luego precisados a entablar reclamaciones,
el hecho de haber sucedido en un país de cristianos y civilizado hace más grave
el hecho cometido”.
Y terminaba
amenazando, que debía comunicar el incidente “a la Legación en Madrid y mi
Gobierno en Washington” y recordando “el capítulo de las Leyes de Naciones que
trata de la inviolabilidad de las oficinas y residencias de Cónsules de carrera”,
esperando que se produjera inmediatamente la detención del agresor.
El Alcalde Accidental
Francisco Nicolau le contestó que había dado las órdenes oportunas al Comandante
de la Guardia Municipal, esperando la pronta detención y castigo del culpable para
no molestar “al representante de un país amigo, aunque le dejaba caer que se
trataba “de un hecho particular y sin significación alguna en cuanto se refiere
a las relaciones entre las autoridades de distintos países”.
Al día
siguiente, en una brillante operación del “Guardia Municipal encargado del
Distrito de la Constitución Francisco Savino, fue detenido el autor del atentado
escatológico que puso tener tan graves consecuencias. Se trataba de Manuel Luna,
con domicilio en San Rafael 24, conductor de una de las berlinas que paraban
frente al número 5 de San Antonio sede del Consulado, quien hábilmente interrogado
confesó “haberle llenado al Sr. Cónsul de América la casa puerta de bascosidad”,
quedando detenido y a disposición del Juez Municipal de San Antonio.
Tras
solventarse satisfactoriamente este grave incidente diplomático el Cónsul agradeció
al Alcalde haber encontrado una pronta solución “a lo ocurrido en el zaguán de
este Consulado de los Estados Unidos”.
Cádiz pudo
respirar tranquila, la amenaza de un gran conflicto internacional había sido
apartada gracias a la intervención de la entonces denominada Guardia Municipal,
a la que esta entrada rinde un sincero homenaje.
El primer uniforme de la Guardia Municipal. |
Del Archivo
Municipal de Cádiz.
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