domingo, 23 de marzo de 2014

UN LALLEMAND LEGIONARIO


La Legión Extranjera francesa.

            La célebre novela “Beau Geste” de P. C. Wren (1924) seguía las líneas marcadas años atrás por “Las Cuatro Plumas” de A.E.W. Mason (1902), unas aventuras personales en remotas tierras, que buscaban resaltar los valores morales de las clases burguesas y aristocráticas del Imperio Británico. En nuestras lecturas infantiles y en las diferentes versiones cinematográficas de estas novelas pudimos ver el triunfo de valores como la lealtad, el compañerismo, la audacia y la nobleza de la sangre en la que se educaron los protagonistas, todo ello dentro del exótico ambiente de los desiertos africanos.

            No descubro nada si digo que en muchas ocasiones la fantasía literaria se corresponde con la realidad de la vida y viceversa. ¿La naturaleza imita al arte, en este caso literario? Juzguen ustedes.  

            Estamos ante una historia real que bien pudiera servir de argumento de otra novela histórica del mismo estilo que las anteriores pero en la que, en vez de jóvenes aristócratas o militares de la Inglaterra victoriana, su protagonista sería un joven de la sociedad gaditana del siglo XIX.

En el mes de julio de 1852 el Alcalde gaditano recibe una carta, que firma un “Caporal”, cabo, del 2º Regimiento de la Legión Extranjera, tercer Batallón 1ª Compañía, de guarnición en Biskra, se trataba del gaditano Alejandro Lallemand.

            Aunque en la actualidad Biskra es una población de más de 200.000 habitantes y está considerada como “la Niza de Argelia”, en esos años era un pequeño puesto militar en el norte del desierto del Sahara, desde el que Francia vigilaba la paz de un territorio que no muchos años antes había presenciado la lucha por la independencia de su héroe nacional, el Emir Abdelkader, quien a su vez había sido protagonista de otra historia con personajes gaditanos que contaré en otra ocasión.

            Por la letra y por la redacción de la carta sabemos que nos encontramos ante una persona culta y educada, sin duda un hijo de la burguesía gaditana del siglo XIX, que comienza así su escrito al Alcalde: “Sin tener el honor de conocerlo me tomo la libertad de incomodarlo, viendo que la única persona a quien puedo dirigirme Don José María Matheu mi tutor, no puedo obtener nada de él”.

Se había dirigido antes a su tutor, que creemos era un tío de Manuel de Falla, con resultado negativo, por lo que escribe al Alcalde para pedirle el envío de varios documentos personales para regularizar su situación personal, “la partida de bautismo de Alejandro Lallemand, bautizado en la Parroquia Castrense el 9 de Febrero de 1823”, la de defunción “de Dn. Alejandro Lallemand que existe en la Parroquia de San Antonio” y la de “Dª Mercedes Lallemand Fernández de la Herranz de la misma Parroquia”. 

            Si solicita su propia partida de bautismo, el legionario tendría cuando escribió la carta 19 años, y aunque no dice los motivos de su marcha de Cádiz, si justifica su ingreso en la Legión Francesa y su marcha a Argelia, probablemente desde Francia, “al no haber podido encontrar el valor de un pasaporte” y al “no tener para subsistir”, por lo que ruega al Alcalde gaditano que ayude “a este pobre compatriota que ha tenido, por no morir de necesidad, que servir a un País Extranjero”; citando “al Escribano Don José Rivera que podrá darle noticias de mi familia”.

            El Alcalde se dirigió al hermano del tutor, Pablo Matheu preguntándole si en su testamento “declaró algo respecto a bienes o papeles del mencionado Lallemand”, pero éste le contestó que su hermano había fallecido en mayo del año pasado “mi hermano falleció en Mayo de 1852 después de una larga y penosa enfermedad y no me dejó encargado de ninguno de sus negocios  particulares”; además “jamás me hizo sabedor de tal tutoría ni de cosa alguna”. Y terminaba indicando que el joven Lallemand podía obtener los documentos que solicitaba mediante el Cónsul de España en Argel.

            Desgraciadamente no podemos saber más sobre los entresijos de esta historia personal; no hemos localizado entre los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial el testamento de su tutor José María Matheu, por lo que su hermano Pablo diría la verdad. Tampoco sabemos más sobre las vicisitudes del joven Alejandro Lallemand; posiblemente obtendría su pasaporte y regresaría a Cádiz, terminando sus días en nuestra tierra, en la que quizás sus descendientes actuales conserven como una tradición familiar esta historia de su valiente antepasado que, a mediados del siglo XIX, pedía desde las arenas africanas la ayuda de su ciudad para poner fin a su aventura legionaria.

La firma del joven Lallemand.

            Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz

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