Cáceres recuerda a Moret |
Este verano conocí al Profesor Pastor Villegas de la
Universidad de Extremadura que había venido a Cádiz para documentarse sobre la
figura de Segismundo Moret y Prendergast, el político gaditano que estuvo muy
relacionado con la ciudad de Cáceres por la que fue declarado hijo adoptivo y
donde existe una calle con su nombre. Pretendía montar en esa ciudad una
exposición que contemplara las relaciones de Moret con Cáceres en el centenario
de su fallecimiento.
Esta
Navidad he podido visitar esa exposición que recrea la participación de Moret en
el desarrollo minero de esa provincia, potenciando la explotación de los yacimientos
de fosfatos, que estuvieron activos hasta la aparición de los del Sahara, creando su poblado
minero, hoy la población de Aldea Moret, y el ferrocarril hasta Lisboa.
En
Cádiz apenas si se conoce algo sobre la vida y la obra de Moret, o de Castelar
o del proscrito Mendizábal; son gaditanos desconocidos. Tan sólo he escuchado
hablar con conocimiento sobre su obra jurídica al Decano del Colegio de
Abogados José Manuel Jareño y Rodríguez Sánchez, aunque este personaje, Abogado
y Catedrático de Hacienda con una larga trayectoria política en la que fue
varias veces Ministro y Presidente del Consejo hoy del Gobierno, diseñó e impulsó
numerosas reformas institucionales como la abolición de la esclavitud, los
proyectos de autonomía para Cuba y Puerto Rico o la creación del Instituto de
Reformas Sociales antecedente del Ministerio de Trabajo.
Incluso
el Ateneo de Madrid, del que fue Presidente, ha organizado un ciclo de
conferencias con motivo de este centenario, aunque los rectores culturales de
nuestra ciudad ni se han enterado, a pesar de que en el tríptico de la citada
exposición figura el logotipo del Ayuntamiento de Cádiz entre los “colaboradores”.
Creemos
que la figura de Moret se merece algo más de su tierra natal que ser recordado cada
Carnaval por los traslados de su monumento. Quizás el hecho de que fuera un
político liberal, pero con un sentido práctico de la política y con una
mentalidad social tan avanzada para su época que sobrepasa a casi todos los que
hoy se consideran liberales e incluso a muchos de los que se hacen llamar
socialistas, hace que su memoria y su obra política no sea defendible ni
siquiera merecedora de recuerdo por aquello de que las comparaciones son
odiosas.
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