Los que tenemos cierta edad recordamos con nostalgia los conciertos que se celebraban en el kiosco o templete de la plaza de Mina. En los días festivos, y en los que una flotilla extranjera de cierta importancia atracaba en Cádiz, la Banda de Música Municipal y las que venían embarcadas daban recitales en ese kiosco haciendo muy agradables las tardes en esa plaza al tiempo que ayudaba a fomentar la cultura popular musical entre los gaditanos. Para muchos de nosotros, la visión de los maestros interpretando las piezas y guardando después sus instrumentos y recogiendo las partituras y atriles, constituyó la iniciación al mundo de la música clásica, en el que entrábamos mientras consumíamos mecánicamente pipas, altramuces o cotufas. Pobre Banda Municipal de mi juventud y mi madurez siempre maltratada, primero por un Carranza cicatero y tacaño con los temas culturales populares, y después por una Corporación “progresista” que entendía que la cultura popular debía ir por otros derroteros como el Carnaval y que veía a la banda de música como una entidad obsoleta más propia del anterior régimen.
Y efectivamente era de un régimen anterior, pero no
precisamente del que nació tras la Guerra Civil del siglo XX, sino del régimen
liberal de Isabel II, concretamente del año 1847 cuando el Ayuntamiento,
consciente de que “en todas las capitales del Reino se ha generalizado esta
costumbre, hija de la civilización de los pueblos, de modo tal que cada
población va contando con su banda propia”, acuerda crear “una Banda de música militar
para acompañar al Cabildo a los actos públicos”.
Su primer reglamento la definía en el artículo 1º: “Se
organiza una banda de música municipal de instrumental militar, que no baje de
24 individuos ni exceda de 36”. El Ayuntamiento pagaba los trajes, mientras que
los maestros de la banda corrían con la compra de los instrumentos, las
partituras, etc. La banda quedaba obligada a acompañar gratuitamente a la
Corporación municipal “a todos los actos públicos a que asista, y a tocar la
velada de la fiesta del Corpus en el sitio que se le asigne”, si cobrarían por
“Tocar en otras ocasiones y parajes”. El uniforme que se les compró consistía
en pantalón, camisa, casaca y bicornio, por lo que el aspecto de los músicos
sería parecido al de los que aparecen en la película Novecento.
Años después, las relaciones entre la banda y el
Municipio se fueron deteriorando, siendo desoídas las reiteradas peticiones de
los músicos para que al menos se le repusiese el vestuario deteriorado. Con el
fin de arreglar esta situación en 1857 su Director Antonio Cáceres se propuso
reorganizarla y presentó a la aprobación municipal un nuevo reglamento. Esta
petición fue de nuevo desatendida, ya que al Ayuntamiento no le merecía la pena
apoyar a esa banda, pues se había creado una banda nueva “compuesta de jóvenes
educandos del Hospicio Provincial de esta ciudad”, a la que su titular la Junta
de Beneficencia había puesto a disposición del Municipio mediante un convenio
por el que los uniformes e instrumentos corrían a cargo del presupuesto de la
Casa de Misericordia donde se ubicaba el Hospicio.
Pese a lo anterior las relaciones del Ayuntamiento con
“su” banda continuaron ya que de hecho esta agrupación seguía funcionando como “Banda de Música Municipal”. Al Director Antonio
Acosta le sustituyó el maestro Manuel Rueda quien consiguió que al menos se
hicieran unos nuevos uniformes, abonando la hacienda municipal al sastre Martín
García 2.240 pesetas por la confección de 30 nuevos uniformes. Pero en 1885 el
Alcalde dispuso descontar de las cantidades que percibían los músicos por las
actuaciones extraordinarias el importe de estos uniformes, teniendo que
soportar el entonces Director Antonio Acosta Campos por una parte la rebelión
de los músicos y por otra la incomprensión municipal que lo responsabilizaba de
los cobros y que llevó al extremo de mandar a la Policía Municipal para que se
incautara en su lugar de ensayo de los instrumentos que encontrara, haciéndolo
de “2 Celicones, 1 Lira, 1 Caja, 1 Bombo, 9 atriles con sus pies, 19 faroles
con sus ganchos, y caja parihuela, 1 atril de hierro del bombo, Castañuelas,
Panderetas y varias piezas de música”.
El nuevo uniforme. |
El clima se deterioró tanto que en 1888 el Alcalde mandó
a la Guardia Municipal convocar a todos los maestros al Ayuntamiento a las ocho
de la noche “de uniforme y provistos de los respectivos instrumentos”, para
conminarlos a que asistieran gratuitamente a cuantos actos les ordenaran. Ante
la resistencia de los músicos la situación terminó con un acto de fuerza,
decretando el Alcalde la disolución de la Banda Municipal.
Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
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