martes, 10 de diciembre de 2013

LA BANDA MUNICIPAL DE CÁDIZ



            Los que tenemos cierta edad recordamos con nostalgia los conciertos que se celebraban en el kiosco o templete de la plaza de Mina. En los días festivos, y en los que una flotilla extranjera de cierta importancia atracaba en Cádiz, la Banda de Música Municipal y las que venían embarcadas daban recitales en ese kiosco haciendo muy agradables las tardes en esa plaza al tiempo que ayudaba a fomentar la cultura popular musical entre los gaditanos. Para muchos de nosotros, la visión de los maestros interpretando las piezas y guardando después sus instrumentos y recogiendo las partituras y atriles, constituyó la iniciación al mundo de la música clásica, en el que entrábamos mientras consumíamos mecánicamente pipas, altramuces o cotufas. Pobre Banda Municipal de mi juventud y mi madurez siempre maltratada, primero por un Carranza cicatero y tacaño con los temas culturales populares, y después por una Corporación “progresista” que entendía que la cultura popular debía ir por otros derroteros como el Carnaval y que veía a la banda de música como una entidad obsoleta más propia del anterior régimen.

            Y efectivamente era de un régimen anterior, pero no precisamente del que nació tras la Guerra Civil del siglo XX, sino del régimen liberal de Isabel II, concretamente del año 1847 cuando el Ayuntamiento, consciente de que “en todas las capitales del Reino se ha generalizado esta costumbre, hija de la civilización de los pueblos, de modo tal que cada población va contando con su banda propia”,  acuerda crear “una Banda de música militar para acompañar al Cabildo a los actos públicos”.

            Su primer reglamento la definía en el artículo 1º: “Se organiza una banda de música municipal de instrumental militar, que no baje de 24 individuos ni exceda de 36”. El Ayuntamiento pagaba los trajes, mientras que los maestros de la banda corrían con la compra de los instrumentos, las partituras, etc. La banda quedaba obligada a acompañar gratuitamente a la Corporación municipal “a todos los actos públicos a que asista, y a tocar la velada de la fiesta del Corpus en el sitio que se le asigne”, si cobrarían por “Tocar en otras ocasiones y parajes”. El uniforme que se les compró consistía en pantalón, camisa, casaca y bicornio, por lo que el aspecto de los músicos sería parecido al de los que aparecen en la película Novecento.

            Años después, las relaciones entre la banda y el Municipio se fueron deteriorando, siendo desoídas las reiteradas peticiones de los músicos para que al menos se le repusiese el vestuario deteriorado. Con el fin de arreglar esta situación en 1857 su Director Antonio Cáceres se propuso reorganizarla y presentó a la aprobación municipal un nuevo reglamento. Esta petición fue de nuevo desatendida, ya que al Ayuntamiento no le merecía la pena apoyar a esa banda, pues se había creado una banda nueva “compuesta de jóvenes educandos del Hospicio Provincial de esta ciudad”, a la que su titular la Junta de Beneficencia había puesto a disposición del Municipio mediante un convenio por el que los uniformes e instrumentos corrían a cargo del presupuesto de la Casa de Misericordia donde se ubicaba el Hospicio.

            Pese a lo anterior las relaciones del Ayuntamiento con “su” banda continuaron ya que de hecho esta agrupación seguía funcionando como  “Banda de Música Municipal”. Al Director Antonio Acosta le sustituyó el maestro Manuel Rueda quien consiguió que al menos se hicieran unos nuevos uniformes, abonando la hacienda municipal al sastre Martín García 2.240 pesetas por la confección de 30 nuevos uniformes. Pero en 1885 el Alcalde dispuso descontar de las cantidades que percibían los músicos por las actuaciones extraordinarias el importe de estos uniformes, teniendo que soportar el entonces Director Antonio Acosta Campos por una parte la rebelión de los músicos y por otra la incomprensión municipal que lo responsabilizaba de los cobros y que llevó al extremo de mandar a la Policía Municipal para que se incautara en su lugar de ensayo de los instrumentos que encontrara, haciéndolo de “2 Celicones, 1 Lira, 1 Caja, 1 Bombo, 9 atriles con sus pies, 19 faroles con sus ganchos, y caja parihuela, 1 atril de hierro del bombo, Castañuelas, Panderetas y varias piezas de música”.            
El nuevo uniforme.
                 El clima se deterioró tanto que en 1888 el Alcalde mandó a la Guardia Municipal convocar a todos los maestros al Ayuntamiento a las ocho de la noche “de uniforme y provistos de los respectivos instrumentos”, para conminarlos a que asistieran gratuitamente a cuantos actos les ordenaran. Ante la resistencia de los músicos la situación terminó con un acto de fuerza, decretando el Alcalde la disolución de la Banda Municipal.

La banda disuelta.
             Ignoro si esa decisión fue revocada, ya que en el siglo XX aparece de nuevo con esta denominación. En resumen, una actitud municipal de tacañería y maltrato a una institución popular y divulgadora, aunque fuera en una  escala modesta, de la cultura musical gaditana.

            Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

                

           

           

           

 

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