Un galeón de la Carrera de Indias |
Las facilidades que tenemos en nuestros tiempos para viajar a cualquier parte del mundo no nos permiten imaginar las dificultades que tenían nuestros antepasados para poder viajar a las tierras americanas, dificultades que existían hasta en la forma de comprar el pasaje.
Para adquirir estos pasajes había que acudir al estudio de un escribano, o notario, y firmar una escritura con el contrato de pasaje que se concertaba con el patrón o el capitán de la embarcación, en la que se detallaban las condiciones del alojamiento y la clase de manutención del pasajero junto con el precio y la forma de pago del mismo.
¿Qué condiciones se pactaban? Como los ejemplos que siguen les ilustrarán mucho mejor que mis palabras, paso a resumirles algunas de estas escrituras que se encuentran en los protocolos notariales de nuestro poco visitado Archivo Histórico Provincial.
1705, Don José de Astette, canónigo de la Santa Iglesia Catedral de México, contrata con José de Cabrera, capitán de la nao Nuestra Señora del Rosario, San José y las Ánimas, un viaje a Veracruz “en registro de Conserva de la Flota”, realizando su pago a la llegada a este puerto y presentando como fiador del pago al gaditano Juan de Torres. Se decía que un barco viajaba “en conserva” cuando seguía a corta distancia a la Flota de Indias, sin integrarse en ella, pero gozando de su protección en caso de ataque de piratas o de un posible naufragio.
1716, el genovés Pantaleón Otón, contrata con Juan Serrano y José Álvarez, los dos contramaestres gaditanos de la nao capitana Nuestra Señora del Carmen dos pasajes, también para el puerto de Veracruz, por los que pagará 230 pesos escudos de a diez reales de vellón de plata antigua cada uno.
1750, Antonio Ruiz Noriega que viajaba a Cartagena de Indias le compra un pasaje al patrón Luis Ariza, para que lo llevara en su pingue, pagando la mitad del precio, 300 pesos escudos de plata. Ariza se comprometía a llevarlo “en el expresado pingue, con cubierto en primera mesa, catre o cama en donde mejor pueda acomodar un baúl y una fresquera que es lo que le corresponde en virtud del contrato”. Los otros 300 escudos los pagaría Ruiz Noriega a su llagada a Cartagena, ofreciendo en garantía una prenda “hipoteco a la seguridad del pago de los dichos 300 pesos el referido baúl con toda la ropa de mi uso y demás que en él llevare, para no poder sacarlo del referido pingue ni usar de él en manera alguna”.
Lo que sorprende es que un viaje a América se hiciera con un pingue, un barco menor que se usaba para las travesías del Mediterráneo y no era el más apropiado para enfrentarse a una travesía del Océano, siendo lo más probable que fuera otra de esas embarcaciones menores que seguían “en conserva” a la flota de Indias, a su abrigo y bajo la protección de los barcos que la formaban.
Y para terminar les resumo un contrato del pasaje del superior de los Mercedarios mejicanos que, habiendo venido a España para realizar algunas gestiones o asistir a alguna conferencia de su Orden, regresaba en 1712 a las tierras mejicanas.
En este año “Fray Manuel Francisco Valencia, de la Orden de Nuestra Señora de la Merced Calzada, Vicario General de la Provincia del Reyno de Nueva España” concierta con el capitán Francisco de Ibáñez Espinosa de los Monteros, “dueño del navío Nuestra Señora del Rosario, San Francisco Xavier y las Ánimas que está despachando para el Reyno de Nueva España, del Registro de esta Flota a cargo del General Don Juan de Ubilla”, las condiciones del pasaje “para el dicho Padre, su secretario, un compañero sacerdote, un religioso lego y dos mozos para su conducción desde este dicho Puerto (Cádiz) hasta el de Veracruz” .
Estas condiciones incluían el trasporte de los seis pasajeros “con dos cajas de ropa y demás cosas” por el precio de 1.800 pesos escudos de a 10 reales de plata cada uno. Para dormir tendrían “El Padre, su secretario y su compañero sacerdote tres catres en la Cámara Principal y en el Alcázar sitio para su colgado para el lego y los dos mozos en cubierta o donde quisiese el Capitán”. Sin pagar ningún extra podían llevar “tres cajones de libros, cinco baúles de ropa, dos pretinas grandes, una caja de cedro, algunas petaquillas de dulces y chocolates, un barril medio quintaleño de vino blanco, tres fresqueras flamencas, una tinajita para agua y la ropa de cama de todos”. En cuanto a la comida “al Padre y a los demás compañeros religiosos se les dará de comer a bordo a primera mesa, con la decencia que corresponde a su persona y a la de sus camaradas y se usa y estila en la Carrera a Indias, y al lego y a los dos criados a la tercera mesa”.
Del Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
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