jueves, 29 de marzo de 2012

EL HUMO DEL DIABLO



Un aspecto desconocido de la sanidad pública en el Cádiz barroco es la  constante preocupación municipal por la calidad del tabaco. Siendo el de Cádiz junto con el de Sevilla el puerto de entrada de la planta americana en Europa, sus regidores no podían consentir la mala calidad del tabaco que se vendía a los gaditanos, en especial del picado y en polvo, ya que los listos (golfos) de la época se encargaban de adulterado con otros productos que se le asemejaran visualmente.

En bastantes ocasiones los regidores municipales se hacen eco del malestar público por esa mala calidad, los gaditanos se quejaban constantemente con la misma frase “el tabaco es malo”. En 1676 el regidor Pedro Tomás de Baeza denuncia al Alcalde Mayor que hay muchas quejas por el tabaco del estanco principal del Tabaco y todas las tiendas que se proveen de él, por lo que el Cabildo municipal acuerda hacer una inspección del “estanco principal del Tabaco y de todas las tiendas que se proveen de él” y se descubre que el tabaco “se mezcla con almagre y otros ingredientes de que se seguían grandes inconvenientes y que era materia grave y que se debía poner remedio”.

Pero el remedio no serviría ya que dos años después los vecinos se quejan del tabaco de polvo que se vende por ser de mala calidad al venderlo “mezclado don almagre y otras cosas y produce enfermedades”, en lo que se adelantaron al Doctor Ares, acordando los ediles “Que se reconozca el tabaco que se vende en los estancos”.

La persistencia en los abusos en la calidad del tabaco obligó en 1699 al Cabildo a acudir al Gobernador denunciando “los excesos que comete Don Clemente Guimbarda” que era el responsable nombrado por la Corona para perseguir los fraudes del tabaco, consiguiendo su destitución.

            Años después, al convertirse el tabaco en un artículo de primera necesidad, se estableció la fábrica de tabacos en la calle Rosario frente a la calle Nevería, hoy Marqués de Valde-Íñigo, que comenzó la producción industrial del mismo garantizando su calidad.

            Para ver la importancia de dicha fábrica nos fijaremos en su plantilla laboral, que en 1800 estaba formada, en las oficinas y servicios generales por 11 personas con el Administrador, Contador, Interventor, Oficiales de oficina y 4 Porteros. En cuanto al personal que elaboraba el producto era todo femenino, junto a las dos Maestras de Labores, aparecen dos Porteras, 308 Laborantas de Número y 72 Supernumerarias, en total  395 personas. 

            Puede uno imaginarse el ambiente tan castizo y jaranero que se formaría en esa calle y sus alrededores con 380 cigarreras entrando y saliendo de su trabajo, menos mal que unos metros más arriba este ambiente sería contrarrestado con el de los pecadores penitentes que se dirigían a mortificar su cuerpo y serenar su espíritu en la cercana Santa Cueva.

            Del Archivo Municipal de Cádiz.

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