martes, 4 de marzo de 2014

El primer Carnaval republicano en Cádiz


La bandera republicana y su escudo sin corona.
                                                                                                            A Fernando Orgambides buen conocedor de la Iª República en Cádiz.
 
            Al mediodía del 11 de Febrero de 1873, ante la abdicación de Amadeo de Saboya, las Cortes por sorpresa declaran constituida la Iª República. Al día siguiente las autoridades de la ciudad de Cádiz reciben un telegrama de Cristino Martos elegido “Presidente de la Asamblea Nacional” que anunciaba la proclamación del nuevo sistema político y solicitaba de esas autoridades “el mantenimiento del orden público, por la prosperidad y el afianzamiento de la República”.    
El telegrama anunciando el cambio de régimen.
            Al Ayuntamiento gaditano se le plantearon de inmediato dos problemas, uno era la forma de celebrar de alguna manera la llegada del nuevo régimen y el otro era la proximidad de las fiestas del Carnaval que tendrían lugar en ese mismo mes.

            La proclamación de la República la festejó el Ayuntamiento de forma tradicional, con un agasajo a las clases populares más modestas en forma de reparto de panes. Era costumbre que, en las celebraciones de júbilo por acontecimientos tales como los nacimientos de los príncipes herederos o las coronaciones de los monarcas, se efectuara este reparto de pan con cargo a los fondos municipales. En esta ocasión se repitió este procedimiento, repartiéndose cuatro días después de la llegada del telegrama 4.000 hogazas de pan en las Alcaldías de Barrio. Por cierto con algunas críticas, como la del Teniente de Alcalde del Distrito del Hércules quien denuncia que el pan repartido en su barrio de la panadería de Francisco Vázquez ”si bien tenía la condición de buen peso, era su calidad demasiado mala”.

            Pero quedaba por resolver la programación de las inmediatas fiestas del Carnaval y aquí el Ayuntamiento demostró que, con Monarquía o con República, ésta seguiría siendo una fiesta principal de la ciudad, confirmando el programa de los actos a celebrar que ya estaba aprobado con anterioridad.
El programa "monárquico" oficial.
            Las fiestas, que estaban “en armonía con la cultura de esta población” y además pretendían “llevar al propio tiempo, en lo posible, algún alivio a las personas más necesitadas”, serían las siguientes:

            En la Plaza de la Constitución (San Antonio) se montaría un tablado de grandes dimensiones, iluminado “durante las tres noches” en las que se celebrarían bailes públicos de máscaras desde las siete hasta las diez y media de la noche, amenizados por la banda de música del regimiento de Artillería. Además de formaría alrededor de toda la plaza “una galería con astas y banderas” iluminada “con faroles a la veneciana y vasos de colores”.

En la Plaza del Pueblo (San Juan de Dios) que, accediendo a la petición que firman el día 13 entre otros Rafael Guillén y que se aprueba el mismo día, se denominará en adelante Plaza de la República, se colocaría otro tablado “que por las noches se iluminará según costumbre”, con bailes públicos de máscaras, tocando la banda de música del Regimiento de Infantería de Valencia con cuya música “se permitiría bailar a las comparsas que se presenten bien organizadas”. Además en esta plaza y frente a la Puerta del Mar se instalarían estas dos cucañas: “Una vertical con cuatro cuerdas para hombres, con cuatro premios de sesenta reales y otra para juego de niños con diez y ocho manzanas y premios de dos reales cada una”.

En el Campo del Balón se celebrarían las actividades infantiles, “juegos de caballos (que ahora conocemos como caballitos), columpios para mujeres y niños y juegos de trapecios y argollas para niños”; además se instalarían dos cucañas verticales para niños con precios de diez reales en cada una.

El sábado saldría del Gran Teatro “el Bando General” que anunciaba el Carnaval, “acompañado de varios personajes con banda de música, tambores y cornetas y su correspondiente escolta”, mienras que el domingo al amanecer aparecería “en la torre de Vigía un personaje que anunciará la entrada del Carnaval con cohetes y banderas”.

Durante los tres días de fiesta saldría, también del Gran Teatro, la “gran Mascarada” con “más de doscientas personas”, que el primer día se dirigiría a la estación del ferrocarril para recibir a “S. A. Carnavalesca”, una especie de Momo o Dios del Carnaval, que sería coronado en el tablado de la Plaza de la República, para a continuación desfilar en compañía de su corte en varias carrozas dentro de la Mascarada, parándose en ambos tablados para escuchar un himno al Carnaval “escrito expresamente para ese día” que, junto con otras piezas de su repertorio, interpretaría el coro del Gran Teatro.

En esa Mascarada participarían también diversas estudiantinas pertenecientes a varias sociedades de la ciudad que habían hecho “un gasto extraordinario en vestuario, papeles y ensayos”, así como la “goleta de vapor” del francés Juan Pedro Belbeder que medía diez metros y medio y llevaba una tripulación compuesta por “Capitán, Segundo, Contra-maestre, 2 grumetes y 8 marineros que compondrán la orquesta” y “a popa 8 pasageros vestidos de distintas maneras formando el coro”.   

Además en los tres días de fiestas tendrían lugar “escogidas funciones en todos los teatros y en el circo ecuestre de Mr. Tomás Price”, a cuyo representante en Cádiz Rodway se le había autorizado en Navidad su instalación en “el sitio que ocupó el ex-convento de los Descalzos”.

Y para el “alivio a las personas más necesitadas”, o quizás para que la mayor parte de la población pudiera participar de las fiestas, se celebraría una lotería con sorteo en la casa consistorial, con 40.000 papeletas de las que 10.000 se regalarían, en un acto precursor de la actual publicidad turística, “a cada viagero que llegue a esta Ciudad por el ferro-carril” y las 30.000 restantes se venderían destinando su producto a “limosnas de a dos reales” que se entregarían durante el Carnaval.

Como “novedades” respecto a las fiestas actuales, destacaría la figura de ese pregonero del Carnaval que acompañado de banderas y luces aparecería en la Torre Tavira, quizás exportable a este siglo, y cuya aparición sería seguida por un gran número de gaditanos desde sus azoteas, y esa lotería benéfica que permitiría a muchas “personas necesitadas” disfrutar también de las fiestas mayores de Cádiz.

Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

           

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