Las primeras sociedades obreras portuenses nacen ante la falta de asistencia en las situaciones adversas de la vida del trabajador, como explica en sus estatutos la Sociedad de Instrucción y Socorros Mutuos del Gremio de Carpinteros creada en 1891: “Considerando que los trabajadores no tenemos más capital que nuestros brazos y que paralizados éstos por enfermedad o falta de trabajo no nos queda más recurso que la mendicidad”.
Todas tienen desde su creación una idea clara de sus fines y de que nacen como una forma de apoyo mutuo de su clase. Basta ver el Preámbulo al reglamento de la Sociedad Cooperativa de Oficiales Toneleros (1869) que en unas líneas resume la situación de la clase obrera y la necesidad de su unión mediante el asociacionismo: “Aislado el obrero, individualizado el trabajo y abundando las necesidades de la vida, nos es imposible a los trabajadores, merced al monopolio del capital y a la tiranía del salario, crearnos un porvenir o un simple recurso para cuando nuestras fuerzas gastadas ya sean impotentes para resistir las rudas faenas que agotan el brío de nuestra juventud. Teniendo presente estas razones y sintiéndose inspirados del regenerador espíritu de asociación, los que suscriben este Reglamento, tienen la honra de poner de manifiesto a sus compañeros de trabajo el siguiente proyecto para una asociación que un día fomentándose pueda aliviar quizás las azarosas circunstancias que abruman al jornalero y probará una vez más que la unión constituye la fuerza”. Esta sociedad llevó a la práctica sus fines cooperativos abriendo un taller de tonelería que logró un buen volumen de producción, participando incluso en la exportación de barriles a Escocia en competencia con los demás talleres portuenses, hasta su desaparición en 1903 por problemas en su administración.
Otra cooperativa, la Sociedad de Trabajadores Marineros “La Unión Fraternal” (1872), tenía entre sus objetivos formar un fondo para la compra de barcos que fueran tripulados por sus socios.
Una de estas sociedades La Verdad definía así en 1870 su objeto, que nos ilustra sobre los cuidados médicos que se prodigaban en esa época: “Proporcionar a sus socios en sus enfermedades los auxilios siguientes: asistencia de facultativo; medicinas, sangrías, sanguijuelas y leche de burra cuando según la opinión del facultativo les sean necesarias; un puchero cada dos días de una cuarta de carne, una onza de tocino y dos cuartos de garbanzos y media hogaza de pan en caso de enfermedad grave y al fallecimiento 240 reales de vellón para los gastos.”
Tras las sociedades de socorros mutuos y cooperativistas surgirán unas asociaciones que, abandonando los anteriores fines, van a propugnar la acción reivindicativa directa mediante la organización de la lucha o “resistencia” contra la clase empresarial, como exponen en 1872 los fundadores de la Sociedad de Trabajadores Marineros “La Unión Fraternal”, cuyos fines son “Reunir a todos los trabajadores marineros del Puerto y que reunidos voluntariamente puedan allegar recursos para mejorar su condición y contribuir, por cuantos medios les sean posibles, a establecer sobre equitativas bases las relaciones entre los Propietarios de barcos y los marineros”.
Los promotores de estas asociaciones usarán los lugares de esparcimiento de la sociedad de la época para promover la sociabilidad de la clase obrera. Los cafés, teatros y plazas de toros contemplarán los esfuerzos de estos propagandistas para crear nuevas asociaciones de clase. Así se constituyen La Buena Unión en el Café de la calle Ganado 33 y La Portuense en el reñidero de gallos de la calle Caminillos, utilizando ambas habitualmente como locales de reunión la Pescadería o Aduana Vieja o el “Puesto de Carne y Chacinas de la calle Ganado 28”.
Del Archivo del Puerto de Santa María y del Histórico Provincial de Cádiz.
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