La vigilancia de la moralidad en la escena teatral fue una constante de las autoridades laicas y religiosas durante el siglo XVII y parte del XVIII, y para controlarla se realizaba “la prueba”, sobre la que próximamente escribiremos, y que consistía en una representación privada en el Ayuntamiento ante los miembros de la Corporación de la obra que se pretendía llevar al escenario del corral de comedias gaditano.
Pero también preocupaba la moralidad en el resto de las dependencias del corral, así cuando a su constructor y primer empresario Pascual Toquero se le concede la licencia para construirlo se le indica que debe construir “aposentos distintos y apartados así para hombres como para mujeres” de forma que éstas pudieran ver las comedias “con mucha comodidad”. Las mujeres irían a una zona que tendría entrada independiente y cuyo acceso estaría prohibido a los hombres, la denominada “cazuela” y, aunque parezca anacrónica, esta prohibición llegó hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando se colocaba para exigir su cumplimiento a una pareja de la Guardia Civil.
Al hacerse cargo el Hospital de San Juan de Dios de la construcción del nuevo corral el Cabildo municipal le recuerda al Prior que “debe construir separados los tránsitos y sitios por donde pasan hombres y mujeres” dejando clara la intención municipal, “para que los hombres y mujeres que entren queden divididos y apartados con la decencia que es justo, evitando que no se pongan hombres a las entradas y salidas por donde las mujeres pasan y se sientan”.
Todavía en el siglo XVIII se producen quejas por la mezcla de sexos en el ya obsoleto corral de comedias, un edil se lamenta así: “no hay un vestuario adecuado y las cómicas deben subir y bajar del escenario adornadas y vestidas y hasta con guardainfantes por escaleras portátiles de paso viéndolas cuantos allí se hallan, entre ellos muchos que no son cómicos”, porque en el vestuario no existía “la debida separación para que dichas cómicas se vistan y desnuden sin ser vistas al menos de los propios cómicos, siendo Cádiz único donde esto se practica y tolera”.
Además hombres y mujeres entraban por la misma puerta situada en la misma calle, ya que el corral carecía “de puerta para que entren las mujeres, que debía estar en distinta calle por las muchas razones que no se obscurecerán a la superior comprensión de V. S.” Esto originaba “una molesta subida y bajada para las pobres mujeres de azoteas y cazuela”, expuestas a la vista de los hombres, de lo que culpaba al Convento y Hospital de San Juan de Dios “que por aprovecharse del terreno dejó tan irregular e incómoda cazuela”.
Indudablemente no son de esta naturaleza las preocupaciones actuales de nuestros gobernantes, creo yo.
Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.
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