martes, 13 de marzo de 2012

MUJERES GADITANAS: DOS NOVICIAS POBRES





           
            La marcha y estancia de los cabezas de familia a las Indias suponía dejar en casa a sus seres queridos que aguardaban con esperanza y angustia la vuelta de sus hijos, esposos y padres, Si se daba al caso bastante frecuente de que no volvían, ello suponía la ruina y la pobreza para sus familiares que solían acogerse a algunas de las instituciones de caridad a cargo de la Iglesia que entonces existían. Es el caso de las dos hermanas novicias que relatamos a continuación.     

En 1683 dos hermanas Catalina y Teresa García, naturales de Cádiz se dirigen al Cabildo municipal pidiendo ayuda. Eran “novicias del Convento de Madre de Dios de Xerez de la Frontera de las Religiosas Franciscanas” donde siendo muy niñas “de edad la una de seis años y la otra de tres”, las metieron sus padres “ingresaron por impulso de sus padres”.

Desde niñas se criaron en el convento al no tener familia “por haber pasado su padre a Indias abrá diez y seis años de quién jamás han tenido la menor noticia”, alimentándose “a expensas de las religiosas conmovidas de su grande pobreza y ejercitando su caridad”.

No habiendo conocido otra vida, al llegar al uso de razón quisieron continuar en él e ingresar en la Orden “tuvieron siempre fixo ánimo de perseverar en él hasta llegar a la Profesión”.

Y así hubieran continuado hasta que poco antes de profesar los votos  “el Reverendísimo Padre Comisario General de la Orden dispuso que todas las novicias que se hallaren sin dote de pronto fueran expulsadas de la Religión”, lo que les había ocurrido a las dos hermanas, que se encontraban en la calle  “afligidas y desconsoladas como no han conocido otro mundo ni más siglo que el del convento”. Además veían imposibles reunir las cantidades que les exigían para su vuelta a la clausura: “si volviesen al convento dentro de dos meses sería una dote del valor de mil Ducados y que si se excediese de este tiempo será duplicado”.

Por ello, se acordaron de su Cádiz natal y pidieron a su Cabildo “con lágrimas en sus corazones les conceda una limosna”. Los Regidores gaditanos se apiadaron y les concedieron “1.000 Ducados de Vellón para ambas”, previo permiso al Obispo de la Diócesis Don Antonio de Ibarra al estar el convento fuera de la ciudad.  

Del Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

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